“La turbulencia de los demagogos derrumba las democracias”. Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.)
El legado de Claudia Sheinbaum Pardo en su primer año de gobierno es la destrucción de la incipiente democracia mexicana. Para colmo, ha sido incapaz de asumir a plenitud la presidencia de México, de imprimir su sello. Ha optado o no ha podido dejar de ser la empleada de Andrés Manuel López Obrador, su corcholata preferida.
En lugar de esforzarse por sentar un precedente por ser la primera mujer que encabeza la máxima magistratura del país, está convertida en la tapadera de las corruptelas, fracasos y complicidades del gobierno anterior, que incluye a los hijos del tabasqueño.
En su primer año de gobierno la doctora renunció a su propio mantra que dice “es tiempo de mujeres”. Sigue siendo tiempo de los hombres, en especial del que la puso donde está y al que le rinde pleitesía todos los días, aunque le implique caer en constantes contradicciones y permitir que los otros incondicionales de su jefe la ignoren.
En su mañanera, herencia también de su gurú, se ha proyectado como dirigente nacional de su partido Morena profundizando la polarización, en lugar de hacerse valer como presidenta de México con apertura al diálogo, incluso con los que piensan diferente. Prefiere imponer decálogos que muchos no respetan y se lo restriegan en los hechos. Y a pesar de eso, la doctora se contradice y ante la crítica de opositores sale a defender a los que la ignoran, a impresentables como Gerardo Fernández Noroña o Adán Augusto López, por citar solo dos grotescos ejemplos.
Se ha ido el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum con más sombras que luces. Se le reconoce que ha logrado cierta contención en los embates del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump; que ha logrado mantener y hasta incrementar el reparto del dinero público a través de los programas sociales, aunque la deuda haya crecido más de 7 billones de pesos en los últimos 7 años, alcanzando casi los 18 billones. Conste, los gobiernos del PRI y PAN la dejaron en 10.5 billones.
Se le reconoce que ha implementado acciones contra el crimen organizado, los laboratorios de drogas como el fentanilo y contra el huachicol, a los que su antecesor prefirió darles abrazos y decir que no existían. Pero, mantiene el fracaso en el sector salud donde los mexicanos padecemos la ausencia de medicamentos, en especial los niños con cáncer. Peor aún, insiste en ignorarlos y atacarlos con cualquier pretexto, igualito que ya saben quién.
Con motivo de su primer informe de labores, en lugar del acto republicano y austero en el recinto legislativo donde debería escuchar el posicionamiento de las diferentes bancadas, optó por el clásico mensaje con invitados a modo en Palacio Nacional, garantizándose los aplausos en un evento unilateral, sin autocrítica.
Este primero de septiembre la doctora optó por los autoelogios, las mentiras, los mantras que mantienen adormilada a la población. Insistió en el reconocimiento y gratitud al jefe que sigue imponiéndose desde su residencia, presuntamente en Palenque, Chiapas.
Se presumió democrática, aunque fiel a las instrucciones de López Obrador haya destruido importantes cimientos democráticos. Se sumó al sometimiento del Poder Judicial, aunque en primera instancia comprometió posponerlo y discutir a fondo la reforma. No pudo, le tocó recular ante el evidente regaño de su jefe. Pero eso, jamás lo reconocerá.
Presumió la aniquilación de contrapesos como los organismos autónomos, con el apoyo de legisladores obedientes. Le dijo a su feligresía que todos esos son actos democráticos, pero la realidad es que son pasos directos a la autocracia.
En estos primeros 11 meses de su gobierno, Claudia Sheinbaum ha dejado pasar una importante oportunidad para dejar su huella, ha preferido seguir como la empleada predilecta. Ha elegido defender lo indefendible, insistir en las contradicciones y destruir la democracia.
Para su fortuna, todavía le queda algo de dinero público para seguir comprando los aplausos del pueblo bueno y sabio.
¡Pobre México!
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.