“La turbulencia de los demagogos derriba los gobiernos democráticos”. Aristóteles. (384 a.C. – 322 a.C.) Filósofo y científico griego.
Una de las consignas durante la manifestación ciudadana el domingo 18 de febrero en Morelia fue: ¡Democracia sí, dictadura no!
Parece una exageración, pero las señales que se han mandado desde hace más de 5 años desde Palacio Nacional han hecho evidente la inconformidad de Andrés Manuel López Obrador y muchos de sus cercanos, con los contrapesos, la transparencia y el respeto a la ley, mientras han destacado su peculiar gusto y defensa por los dictadores.
Semejantes manifestaciones no se pueden tomar a la ligera, al contrario, deberían obligar a todos los ciudadanos a defender las conquistas democráticas que han costado vidas.
No se puede perder de vista que quienes hoy ostentan el poder presumen encarnar al pueblo y ser de izquierda, pero son los mismos que ahora pretenden destruir las instituciones democráticas y los organismos autónomos por los que antes lucharon y les permitieron llegar a la presidencia de México.
Es tan grande la contradicción que ahora tienen de su lado a Manuel Barttlet, el mismo al que acusaron de comandar el fraude electoral de 1988.
Algunos pragmáticos pensantes y enamorados de vivir del erario que ahora militan en Morena reconocen en voz baja los riesgos que enfrenta la democracia mexicana. Argumentan que México no puede regresar al pasado de la dictadura blanda.
Ilusamente señalan que, en todo caso, Estados Unidos de Norteamérica intervendría para evitar que nuestro país regrese a las condiciones de un presidencialismo tan poderoso que doblegue a los poderes Legislativo y Judicial.
Pero las señales que manda López Obrador y replica su desabrida imitadora Claudia Sheinbaum, advierten sus anhelos de ostentar todo el poder. Es una tentación de los que llegan, se vuelven locos y majaderamente contradictorios a lo que enarbolaron mientras fueron oposición.
El problema, es que ahora la intención de destruir a las instituciones democráticas y organismos ciudadanos autónomos es evidente.
También es claro que en la oposición difícilmente encontramos políticos intachables, así que el ciudadano responsable, primero tendrá que obligarse a votar el próximo 2 de junio, y hacerlo con información suficiente para votar conscientemente por la opción que menos daño provoque a los mexicanos.
Y sí, para muchos puede ser una exageración imaginar el regreso de la autocracia a México, pero, en aras de evitar que haya alguna posibilidad de retroceso, lo mejor será mantener los equilibrios en el Congreso de la Unión para obligar a la defensa de nuestra perfectible democracia.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.