Hace poco conocimos del caso de Edward, un niño de 9 años que fue secuestrado por una pareja con fines desconocidos. Su madre, con cientos de pobladores decidieron cerrar la carretera en ambos sentidos a Puebla, a la altura de Río Frío.
Se paralizó totalmente la circulación por 12 horas, y la exigencia era totalmente justificada: querían que el niño apareciera, y a pesar de las negociaciones con las autoridades, de los intentos de convencerlos de liberar las vías, decidieron quedarse, hasta que apareció.
En nuestro caminar, nos hemos encontrado con madres dignas de edificarles monumentos, y sobre todo, que son ejemplo de dignidad ante la adversidad. Ahí tenemos a las madres buscadoras de Tamaulipas, de Sonora, como Ceci, quien fue noticia reciente por encontrar restos de lo que parecía ser su hijo.
A Graciela, a Edith y a tantas otras que nos transmitieron tanta fuerza y de quienes nos llevamos la gran lección de que una madre jamás va a dejar de buscar a sus hijos; y ese arrojo sólo puede venir de un amor tan profundo que nace de las entrañas, del vientre que nos da vida, de la fe indestructible.
También tuve la fortuna de apoyar la causa de Bety, una madre que, por proteger a su hija, se defendió de quien la violentaba y que tuvo que pagar injustamente con prisión, cuando lo que hizo, fue cumplir con su obligación, que es cuidar a sus hijos.
Mención especial quiero hacer a mi tía Shalom, madre de Rhonita quien fuera asesinada con sus hijos en un episodio que es ampliamente conocido; pero en mi tía, siempre vas a encontrar la fuerza para seguir caminando buscando justicia, es una persona que, ante la adversidad, decidió levantarse y alzar la voz, y estoy seguro que a sus pasos, los guía ese amor profundo que sólo una madre puede gestar.
Así, la memoria de este país se sostiene porque una madre defenderá hasta la muerte a sus hijos, sin importar adversidades, jamás van a aceptar un “no” por respuesta, nunca dejará en el desamparo su hogar, siempre velará por sus retoños, sin importar la edad que tengan.
En un país donde los feminicidios crecen, donde la trata de mujeres lastima el tejido social, donde la violencia se hace cada vez más cotidiana, es tiempo de explorar las soluciones con su actitud. Que sea esa visión de protección, de querer siempre lo mejor para todos, de apoyar de forma incondicional, y de callar el dolor personal para que el otro sea feliz.
La semana pasada celebramos el día de la madre, y no quería dejar de felicitar a las de mi comunidad, a todas las mexicanas, y quiero felicitar y recordarle a mi esposa cuanto la admiro, porque sin ella no podría estar en este camino. Y mi compromiso es que, para mis hijas, haya un mejor país, y el día que decidan ser madres, puedan expresar todo su amor sin límites ni miedos.
A mi abuela que hace poco nos dejó, le mando el más cariñoso abrazo, y a mi madre, gracias por los valores y principios que siempre nos inculcó, y que, como toda madre mexicana, sólo quiere lo mejor para sus hijos y es nuestra responsabilidad, responder de la misma manera.
Nunca dejemos de honrar a las madres, porque sólo así, tendremos futuro como país.