Iniciaron las giras de quienes aspiran a ser candidatos de Morena a la presidencia de la República, y al menos en su ideario, entre ellos estará la aduana más difícil, porque quieren ser beneficiarios de una inercia a favor del proyecto de lo que nombraron la 4T.
Así que en estos días veremos propuestas como la creación de la Secretaría de la Cuarta Transformación, de aspirantes que rechacen financiamiento, de cambios en las secretarías, en dependencias públicas y ya hasta en la capital hay un nuevo jefe de gobierno.
Más allá de este nuevo escenario político, debemos tomar en cuenta que existen muchos otros factores que nunca se desprenderán de sus candidaturas, y ahí seguramente radicará la gran oposición para el 2024.
La oposición de Morena serán las graves faltas que dejaron en el camino, y que podrían cobrar una gran factura si no hay nadie que ponga un alto, o exponga una estrategia seria para enfrentarla. La inseguridad, la violencia, el crecimiento del crimen organizado, la complicidad de las autoridades policiales con los delincuentes, estarán presentes desde el inicio al final de las campañas.
El México en el que van a luchar los nuevos candidatos es muy diferente al de hace 6 años, algunos problemas han escalado significativamente, y muestra de ello es la violencia que está incontrolable y que ha dejado a miles de familias rotas, con pueblos que se vuelven fantasmas y casos de terrorismo a lo largo y ancho de todo el país.
El propio presidente ha reconocido que su sexenio ha sido el más violento de la historia, a principios de junio señaló: “Ahora nos dicen ‘qué barbaridad, el gobierno de ahora es el gobierno que tiene más homicidios’, Sí… para que vean cómo nos dejaron el país, porque es una mala herencia en seguridad”
El hecho es que el presidente sabía a qué país se iba a enfrentar, y decía tener las soluciones, siendo candidato expuso un decálogo de “compromisos para solucionar la inseguridad y la violencia en México”, pero muchos quedaron en el cajón de las buenas intenciones.
Entre las propuestas se encontraban: “Se evitará la asociación delictuosa entre delincuencia y autoridades, habrá una frontera entre autoridad y delincuencia”, lo cual en papel se escuchaba bastante coherente, pero a la fecha, aún vemos a policías que son desarmadas por obedecer al crimen, a militares saludando a grupos armados que tienen secuestradas las calles, etc.
También señalaba que se terminaría con la corrupción y la impunidad en todo el proceso de impartición de justicia, pero hasta hoy vemos casos de jueces que dejan libres a criminales, de aquellos que dejan en la cárcel a mujeres que sólo se defendían, y el índice de impunidad es del 98 por ciento.
También destaco el compromiso de que se invitaría al “Papa Francisco, al secretario general de la ONU, a representantes de organismos internacionales en defensa de los derechos humanos, para que con especialistas nacionales, con las víctimas, familiares de las víctimas, se elabore un plan conjunto para conseguir la paz en el país, con justicia y dignidad”, sin embargo, a estas alturas su relación con las organizaciones ha sido de descalificación, y al menos, con las víctimas que hemos estado, incluyendo a nuestra familia, nunca se nos ha convocado para aportar en la estrategia de seguridad.
Así que la oposición a la que se enfrentarán los aspirantes oficialistas, son los temas con los que no pudieron. Considero ya no les alcanzará el discurso de la herencia maldita que se les dejó, porque saben perfecto a lo que se enfrentan. Si alzan la mano, que sea con el diagnóstico correcto.