Valeria, al igual que otras niñas, que han sido agredidas sexualmente en nuestro estado, posiblemente se quedaron con su dolor y con la rabia muy metida en el corazón, sin poder acceder a la justicia, porque todavía hay quienes consideran que de esos temas no se debe hablar, mucho menos gritar y exigir justicia públicamente.
La agresión sexual y toda violencia sexual están relacionadas con el ejercicio de poder del agresor y con el acto de sometimiento hacia la víctima, jamás será un acto de placer para la satisfacción o el desahogo de la tensión sexual, así sea el acto de un individuo o el ataque de un grupo de hombres o adolescentes en manada.
La violación transmite un mensaje fuerte y claro a la sociedad, pero principalmente a los hombres de impunidad, colocando en el imaginario colectivo que los cuerpos de las mujeres son públicos y pueden tomarse cuando se les venga en gana, porque no habrá nadie que se los prohíba, mucho menos cuando estos han incorporado a su cotidianidad el corporativismo del sicarismo y el control territorial para ejercer mayor control y violencia.
No es la contingencia por esto del COVID-19, lo que provocó este acto en contra de la niña Valeria, no fue el confinamiento, no fue un acto que sucedió porque se dieron las condiciones, esto no fue producto de la casualidad, fue un evento anunciado, pensado y consumado, ese era el propósito.
Históricamente las mujeres son utilizadas para someter a las comunidades, pueblos enteros, son los cuerpos de las mujeres los mecanismos de la colonización porque es través de sus cuerpos es como se obtiene poder social, económico y político. No podemos pasar por alto que durante la declaración de la guerra contra el narcotráfico a través del operativo Michoacán, se incrementó la violencia contra las mujeres y los feminicidios, sin embargo, la violencia sexual fue brutal, ya que las mujeres no sólo eran agredidas por hombres de su entorno familiar inmediato, sino también por quien se suponía restablecería el orden social y cuidaría a la población como los cuerpos policiacos y el Ejército, pero esto no fue así ya que las mujeres enfrentaron la violencia sexual que provenía de los sicarios pertenecientes a los grupos del crimen organizado y a quienes formaban parte de los autodefensas.
El informe especial sobre los grupos de autodefensa en el estado de Michoacán y las violaciones a los derechos humanos relacionadas con el conflicto, elaborado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos en el 2015, reveló lo siguiente:
- La tasa de averiguaciones previas por el delito de violación sexual entre 2006 y 2013 aumentó 92.44%; en ese periodo, fue constantemente más alta en la región con autodefensas (aumentó 183.33%) que en la región sin autodefensas (aumentó 16.92%).31 No obstante, para 2014 el número de averiguaciones previas iniciadas por el delito de violación sexual en los municipios sin autodefensa decreció en 13.40% y en la región con autodefensa creció 1.97%.
- Lo anterior muestra que la situación de las mujeres y las niñas en muchas de las comunidades visitadas en Michoacán es desigual y están expuestas a violencia de género. En muchas de las localidades visitadas, no existe la posibilidad de construir una vida autónoma, libre de violencia, en donde pueda haber desarrollo pleno, en condiciones de igualdad.
- Ante estas cuestiones, las autoridades no han emprendido medidas efectivas para fomentar condiciones de igualdad sustantiva, ni prevenir y castigar la violencia de género.
Entre las conclusiones, se señala que la Comisión Nacional observó las especiales condiciones de vulnerabilidad de las mujeres y niñas en el Estado de Michoacán. La violencia sexual fue utilizada como una práctica de la delincuencia organizada para dominar a comunidades y controlar a la población, a lo cual se suma una cultura de discriminación y desigualdad.
A más de 10 años de este informe, aún observamos que la violencia contra las mujeres es un acto sistemático y permisivo por las autoridades y por la sociedad en su conjunto, la agresión sexual a Valeria, es un claro mensaje hacia la comunidad, para reforzar y recordar quien tienen el control territorial y también político, social y económico, además de la incidencia desalentadora que en lo cultural están expresando al establecer que no hay poder alguno que los pueda vencer, que la paz nunca regresará porque siempre habrá sed de justicia ante la impotencia y que la impunidad es la normalidad.
Valeria, como las otras niñas víctimas de todo el estado no sólo de tierra caliente, requieren de la construcción de puentes o cinturones de protección compuesto por personas, por humanos y humanas, integrados por mujeres todas, de esas comunidades y como de otras, en donde ya están hartas de que siga sucediendo estas violencias contra sus hijas, hermanas, madres, y que no sólo quede en la expresión valiente de un reclamo legítimo de justicia, y que aún con el miedo y la exposición pública que les significa evidenciar su desacuerdo, se ahogue en la complicidad y omisión de las autoridades y de los grupos criminales.
Necesitamos un nuevo tribunal humanitario de mujeres, que impugne y reclame, que proteja a las víctimas, que lo haga desde ahí con y desde ellas, para ellas, porque es una emergencia territorial del espacio y de los cuerpos, porque son ciudadanas quienes lo piden y lo exigen, a quienes les deben justicia y la posibilidad de construir procesos más integrales en donde se les reconozcan todos sus derechos humanos, en donde el Estado les responda.
No deja de sorprenderme que el Congreso del estado no haya emitido un sólo posicionamiento para exigir justicia y respetar la vida de las mujeres y de las niñas, como supuestamente pregonan por la defensa de la vida, evidenciando que la vida de Valeria, como de otras niñas víctimas de violencia sexual, no les importan son costos o daños colaterales. La vida, más bien la supuesta defensa de la vida es sólo es un discurso oportunista lleno de retórica vacía e inhumana en la que los partidos políticos –todos-, prefieren callar porque justamente esos no son temas de la agenda de negociación que les reditue beneficio alguno, hablar de violencia contra las mujeres sigue siendo políticamente incorrecto.
