Los acontecimientos que se han presentado a nivel nacional y local en relación a los feminicidios, las demandas y exigencias de las mujeres por nuestros derechos no sólo son justos sino que son imprescindibles y no dependen únicamente de la atención de las autoridades sino de la sociedad en su conjunto.
Posiblemente era impostergable llegar a una radicalización en el que la confrontación tenía cabida, no podemos esperar más, como dirían las mujeres antiguas, todo tiene un límite, estallar, sacudir, reapropiarnos de todo lo que se nos ha excluido, limitado y despojado.
Aberrante, estridente, impensable, si, si, si y también comprensible si, justificable tengo algunas diferencias. Los feminismos también son un reflejo de los contextos que enfrentamos, entre más violencia contra las mujeres probablemente más radicales sean las expresiones, históricamente las mujeres han tomado acciones extremas en las que incluso la vida han dado y los motivos casi siempre han sido a favor de la liberación, el reconocimiento, la representación y ahora por una vida libre de violencia.
Es evidente que existe un gran consenso no sólo nacional sino también mundial que las feministas han logrado colocar en gran parte de la población ¡Ni una menos!, aunque este aún no es generalizado, ya que para muchos y muchas esta consigna es interpelada por un machismo recalcitrante, una misoginia repugnante, además de la incomprensión de un pensamiento conservador antiderechos igual de radical, así como la despolitización tanto del movimiento feminista como de sus causas, la constante pretensión de legitimar un feminismo institucionalizado, alineado, políticamente correcto, deslactosado y casi siempre mercenario.
Mientras estas confrontaciones se dan, se encuentran los resquicios para la construcción de alternativas que generen mecanismos, que desde las mujeres y para las mujeres, den acceso a la exigibilidad y ejercicio de sus derechos humanos, principalmente a un aborto seguro y a una vida libre de violencia a través del acompañamiento que acuerpa y arropa a aquellas mujeres que así lo deseen y lo pidan.
El feminismo que yo conozco es compasivo y está fuertemente ligado a la justicia pero que se ejerce desde la ética, porque considero que es la única vía para poner en cuestión el orden moral que se impone desde una política egopatriarcal que se alimenta de la obediencia, que le molesta la diferencia incluida la sexual por supuesto, que sólo cree en la superioridad moral más no en que lo personal es político y sexual.
Contrario a lo que se cree lo que nos permite convertirnos en humanos y humanas, es justamente la vulnerabilidad y el reconocimiento del dolor de la otra persona, ya que no sólo se trata de empatía, porque eso sería una reducción en la que posiblemente podemos deshumanizarnos o bien reforzar una especie de posición neutral en la que se supone no se pierde la objetividad, pero que en realidad se pone distancia emocional y política ante la realidad que nos rebasa brutalmente día a día.
Un feminicidio no es un hecho casual ni fortuito, más bien es el resultado de una serie de antecedentes de violencias ejercidas e invisibilizadas en esa mujer, llámese niña, adolescente, joven, adulta y anciana, mismas que fueron acalladas y toleradas por su entorno familiar inmediato, por su círculo íntimo de amistades, posiblemente por su médico/a, por sus compañeros/as de escuela, y así podemos describir un gran circulo de personas que prefirieron fingir que no pasaba nada que al cabo es un problema de dos personas que deben resolver por sí mismas sus diferencias.
A la violencia le ponemos muchos supuestos que van distorsionando la realidad que se impone y que la podemos observar en los estados de ánimo, los eventos de psicosomáticos, las expresiones emocionales, las situaciones de aislamiento, el miedo en los ojos, las alteraciones de sueño, las incomodidades y en casos extremos cuando no se puede ser dueña de sí misma.
Casi siempre se deja sola a la mujer víctima de violencia, casi siempre hay confusión sobre lo que se debe de hacer, porque se cree que defenderse es violencia, pero esto no es así, entender las relaciones de poder, subordinación, sumisión y control son de suma importancia, la violencia contra las mujeres pone en evidencia la asimetría y jerarquía que ejercen los hombres sobre las mujeres, y si esto no fuera verdad entonces porque tenemos tanto miedo a salir de esa situación, de esa relación.
No es fácil, nada fácil para una mujer salir de una relación violenta, ya que no todas cuentan con elementos ni recursos emocionales, familiares, sociales e institucionales para que dejen atrás esa relación violenta. Sin embargo, si se pude prevenir un feminicidio, si esas violencias que le anteceden son vistas por las instituciones, la familia, la sociedad en su conjunto, para ser contenidas y erradicadas, pero resulta más fácil culpar a las mujeres de esa situación.
Nadie quiere enfrentar un feminicidio, por lo que no se necesita que sea un madre, una hermana, una hija o sobrina, para indignarnos, para repudiar esas conductas, para no seguir obviándola y reducirla a hechos que deben solucionar dos personas, tampoco creo que una familia quiera tener un asesino en su casa, pero si aprendiéramos a observar y reconocer la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres, posiblemente no tengamos que huir y encubrirle al descubrir que nuestro hijo, hermano, padre, abuelo, es el asesino de esa mujer que tanto dijo amar.
Pasar del arrepentimiento y la culpa al reconocimiento y comprensión de la violencia contra las mujeres para sancionarla socialmente, implica no ser cómplices de los agresores, requiere también no compartir información que entorpezca la investigación y la denostación de la víctima, aprendamos rápido y establezcamos la sensatez como una cualidad si estamos de lado de la justicia y con ello demostrar el profundo respeto por la víctima, posiblemente eso podría ser una diferencia sustantiva para no seguir reproduciendo la violencia contra las mujeres que tanto nos duela e indigna, no creen.