“La mayor amenaza al dominio continuado del ser humano en nuestro planeta son los virus” Joshua Lederberg, Biologo norteamericano, Premio Nobel de Medicina de 1958.
Al igual que millones de mexicanos me he acostumbrado a vivir en la crisis de nuestro país; el paso de mi familia por el Estado de México en el municipio de Chimalhuacán me mostró en carne propia las situaciones complejas que viven cientos de familias en asentamientos irregulares, en zonas de alta pobreza y marginación social; situación que conocí en la década de los 80 y que hoy luego de más de cuatro décadas no ha cambiado. La colonia donde viví, Tlatelco, que está cerca del Bordo de Xochiaca considerado el basurero más grande del país, ha cambiado poco o nada, la condición de rezago, falta de acceso a servicios de salud, violencia e inseguridad se mantienen.
Durante esa época nos tocó vivir la pandemia del VIH-SIDA, y sí, también se ensañaba con los que menos tienen, recuerdo haber acudido al sepelio de un joven en donde los rumores apuntaban a un posible contagio de la enfermedad, que a la fecha y pese a los avances, sigue siendo un estigma. Asimismo, había semanas intensas de campañas de vacunación contra la varicela, polio y sarampión, enfermedades que causaban daños graves a las poblaciones más vulnerables como las de Chimalhuacán. Este municipio mexiquense es solo un escenario, que podríamos replicar en Morelia a través de la Presa de los Reyes o bien Ciudad Jardín, que comparten historias comunes como ser poblaciones en condiciones de exclusión social y pobreza, y sin duda no solo se verán amenazadas por el Covid-19, sino también por sus daños colaterales.
Las pandemias por experiencia aquejan de manera más desproporcionada y grave a las personas que viven en condiciones de pobreza y exacerban las desigualdades sociales que existen, el Coronavirus nos ha recordado nuestras limitaciones como sociedad y la gran deuda que como humanidad tenemos con los grupos más vulnerables, la falta de acceso a los servicios de salud, la inequidad, la exclusión social, son solo factores que se verán agravados conforme pasen los días y nos muestren su verdadero rostro, no será suficiente ninguna política pública, mientras no se ataque de fondo las causas que originan estas grandes diferencias entre los grupos sociales.
La historia nos ha mostrado que las enfermedades no están alejadas de los factores sociales e históricos, hay determinantes políticos y socioecológicos, que más tarde se expresan en forma de salud o enfermedad1. En México en las primeras décadas del siglo XX en un ambiente político, económico y social convulsionado apareció la pandemia de gripe en el otoño de 1918, años antes había padecido una hambruna, mientras que en 1915 hubo un incremento exorbitante en los precios de los productos agrícolas, para algunos casos como el maíz, frijol y arroz subieron hasta un 1500% sus costos.
Aunque en el país se establecieron instituciones de asistencia y beneficencia para mitigar la pobreza; los estragos del hambre fueron responsables de 9% del total de las muertes reportadas en 1915, que se acompañó de la enfermedad. Durante esta pandemia de influenza murieron 450 mil personas2, la historia nos establece con hechos, que las enfermedades siguen siendo un golpe grave para los más pobres y que el paso del Coronavirus dejará no solo una estela de muerte, sino de pobreza y desigualdad.
Así, bajo este contexto histórico, me toca en mi edad adulta como a todos en el mundo, vivir esta nueva pandemia que en México a diferencia de otros países, ha logrado lo impensable, polarizar, dividir y estigmatizar, “los chairos del presidente”, “los fifís del PRIAN”, “los malvados que emiten decretos”, “los inconscientes que no los aceptan”, “los que deben firmar su carta de que si se oponen al confinamiento, no aceptaran ayuda médica” y el oportunismo voraz de la clase política que utiliza esta pandemia como estrategia de descrédito contra el Gobierno en turno, sea a nivel federal o estatal; y me faltan muchos más, pero es a ese nivel a donde hemos llegado, en donde nos sobra todo, pero nos falta sensibilidad y responsabilidad.
Sensibilidad ante quienes deben salir por necesidad, sensibilidad ante quienes están en la primera línea de lucha, y responsabilidad de quienes podemos y debemos mantenernos en casa por quienes no tienen esta posibilidad; “ácidos” en nuestra crítica, irresponsables en nuestro actuar, nos ha conducido a una pugna en redes que genera desinformación e invade de descalificativos, nos aleja del México solidario y unido que ha dado muestras al mundo durante sus peores momentos, que hoy más que nunca se necesita.
En Michoacán hay un 55.5% de población en situación de pobreza, 15.4% en pobreza extrema, 995 mil michoacanos sin acceso a servicios de salud, 3 millones 262 mil sin acceso a seguridad social, 829 mil sin acceso a servicios de agua potable3, al menos 6 mil 887 michoacanos sufren diabetes mellitus tipo uno y dos, son población vulnerable, esto sin contar a las personas que padecen obesidad, 11 mil 218(datos 2019 y primer trimestre del 2020)4; los indicadores nos remiten a factores de salud que nos ponen en alerta y que colocan a esta población en los grupos de riesgo para adquirir el COVID-19, si estos datos no nos generan conciencia sobre la importancia de la “UNIDAD”, estamos perdidos ante una pandemia, cuya causa más devastadora no es ella en sí misma, sino la terrible y vergonzosa desigualdad.
Lourdes Márquez Morfín y América Molina del Villar, El otoño de 1918: las repercusiones de la pandemia de gripe en la Ciudad de México, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, Desacatos, núm. 32, enero-abril 2010, pp. 121-144. 3 Medición de la Pobreza 2008-2018 Michoacán, Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social. https://www.coneval.org.mx/coordinacion/entidades/Michoacan/Paginas/Pobreza_2018.aspx 4 Datos correspondientes al 2019 y primer trimestre del 2020 del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica del Sistema Único de Información.
