El arranque de las campañas a la gubernatura del estado tuvo un elemento insólito: de los dos candidatos punteros, sólo Carlos Herrera, del Equipo por Michoacán, pudo cumplir con el trámite en el primer minuto del 4 de abril. A Raúl Morón, de Morena, por el momento las torpezas de su equipo lo mantienen fuera de la contienda.
Lo anterior puede ser sintomático de cómo se desarrollará el proceso electoral en Michoacán, con una candidatura peregrina, la de Morón, en la que los tropiezos son tan grandes y a la vez tan ingenuos, que pareciera que más que un equipo integrado por gente de confianza el morenista tuviera enemigos. Y con una candidatura más cohesionada, la de Carlos Herrera, en la que las diferencias entre los diferentes partidos postulantes apenas se advierten.
A Raúl Morón, su desacertada reacción al retiro de su candidatura por parte del INE lo mostró de cuerpo completo: Un personaje bronco que, en lugar de admitir su evidente error, se lanzó al ataque contra el órgano electoral, en sintonía con el presidente André Manuel López Obrador, acusando trampas donde solo hubo una estricta aplicación de la ley.
Si Morón cree que no presentar los gastos de precampaña no amerita que le quiten su candidatura y se cree con derecho a victimizarse antes que asumir su culpa, ya podemos ver por dónde iría una hipotética administración bajo su mano, hecha no a la medida de las instituciones sino de su manera personal de interpretar la ley.
Ajeno a esta coyuntura, Carlos Herrera se dedicó a reforzar su campaña, sumando a su equipo no sólo a personas de peso provenientes del gobierno del estado, sino a figuras del PRI y del PAN que conocen los entresijos de las campañas y son líderes en sus diferentes regiones.
A Carlos Herrera se le ve como un candidato sólido, con una ruta bien definida respecto a lo que debe hacerse para conquistar el voto del michoacano.
Otra diferencia entre los dos contendientes está en los partidos que los impulsan. Por un lado, tenemos a Morena, un instituto al que sus mismos líderes califican como un barco de locos y que, hoy sabemos, ha repetido todos los vicios que, en su momento, se cuestionaron en los partidos tradicionales: el dedazo, la imposición, el pragmatismo, las descalificaciones, el canibalismo, la improvisación.
En el otro frente está una alianza conformada por PRD, PRI y PAN, en la que se han hecho a un lado las profundas diferencias que los separan para luchar por una causa común, evitar que Michoacán se convierta en una franquicia de la Presidencia de la República, donde se gobierne desde la descalificación al oponente y el desdén a las instituciones. Se trata de un proyecto inédito no sólo en Michoacán sino en todo el país, en el que si las cosas funcionan puede servir de ejemplo de lo que se debe hacer ante un gobierno federal que amenaza con convertirse en un poder único.
Apenas empieza la campaña, falta mucho camino por recorrer. No obstante, al no tener candidato, Morena empezó con el pie izquierdo. Carlos Herrera, por lo tanto, está en lo suyo, tejiendo alianzas, con una mayor proyección a futuro y un respaldo más sólido. ¿Morón o Herrera? Tal como empezaron las cosas, tal como se están dando, parece que el primero se está quedando a la zaga.