La historia vuelve a sonar sobre los rieles. Desde Apaseo el Grande, en el corazón industrial de Guanajuato, partió el primer tramo del nuevo ferrocarril de pasajeros impulsado por el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum. No es un hecho aislado ni un gesto nostálgico: es la señal inaugural de una política de Estado que pretende recomponer la geografía económica, social y emocional de México a través del renacimiento ferroviario.
Durante décadas, los trenes de pasajeros fueron una especie extinta. Desde la liquidación de Ferrocarriles Nacionales de México en 1999, el país quedó huérfano de una red que alguna vez tejió unidad entre regiones distantes. El abandono ferroviario fue símbolo de un modelo que apostó por carreteras y aviones, y que fragmentó el territorio en archipiélagos de desigualdad. Hoy, el silbato que se escuchó en Apaseo anuncia que esa era ha terminado: México vuelve a apostar por el tren, y lo hace con visión de futuro.
La presidenta Sheinbaum ha presentado un Plan Ferroviario Nacional que no sólo conecta ciudades, sino que reimagina el país como una red integrada de oportunidades compartidas. Desde el Bajío hasta el sureste maya, pasando por el Istmo de Tehuantepec, el norte industrial y los litorales estratégicos, el tren está llamado a ser el nuevo eje de cohesión territorial. No se trata solo de transportar pasajeros: se trata de transportar bienestar, conocimiento, cultura y tiempo ganado a la vida.
El tramo inaugurado en Guanajuato es apenas el prólogo de una obra mayor. La ruta Querétaro–Irapuato–León, concebida como columna vertebral del Bajío, reducirá drásticamente los tiempos de traslado y descongestionará autopistas saturadas, devolviendo a millones de personas horas valiosas que hoy se pierden en el tráfico. Más allá de la eficiencia económica, esta red devolverá algo más profundo: el sentido de pertenencia entre regiones que durante décadas se pensaron ajenas entre sí.
Sheinbaum ha comprendido que el tren no es solo un medio de transporte, sino una estrategia de desarrollo territorial. Al integrarlo con los polos logísticos del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, con el Tren Maya y con las futuras rutas hacia Veracruz, Monterrey y Nogales, su gobierno plantea un México que se mueva en red, no en fragmentos. Y esa es quizás su mayor audacia: volver a pensar el país como un cuerpo articulado y solidario.
La locomotora que arrancó en Apaseo no sólo arrastra vagones: arrastra décadas de rezago y desencuentro. Que el tren regrese no es un acto de nostalgia, sino un acto de modernidad con memoria. Porque una nación que se conecta, progresa; y una que se reencuentra sobre sus vías, se fortalece.
La presidenta Sheinbaum ha decidido poner al país en marcha, y el país —por fin— vuelve a avanzar sobre sus propios rieles.
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