En los últimos años, el tráfico y mal uso del fentanilo ha emergido como uno de los problemas más alarmantes en la salud pública global.
Este opioide sintético, que en dosis controladas tiene usos médicos legítimos, se ha convertido en un arma silenciosa que cobra miles de vidas anualmente. Aunque el impacto más devastador se ha registrado en Estados Unidos, México no está exento de esta crisis, que además ha tensado las relaciones entre ambos países.
Fentanilo:
El fentanilo es un opioide sintético hasta 100 veces más potente que la morfina. En su forma farmacológica, se utiliza para tratar el dolor severo, especialmente en pacientes con cáncer. Sin embargo, su fabricación ilegal y su uso recreativo han generado una epidemia de sobredosis en varios países, con Estados Unidos como epicentro.
Al respecto, México juega un papel crucial en esta problemática, ya que los precursores químicos para la producción del fentanilo suelen llegar desde Asia, y laboratorios clandestinos en territorio mexicano lo convierten en el “producto final”, listo para su distribución al mercado estadounidense, aunque, como químico, puedo decirle que es muy probable que lo que consigan los llamados “cocineros” sean otras sustancias diferentes al fentanilo, desconocidas por supuesto y que pueden causar muchos daños a la salud.
Este circuito ha desencadenado una crisis sanitaria y social con implicaciones internacionales.
El impacto en la salud pública de nuestro país:
Aunque el consumo de fentanilo en México aún no alcanza los niveles de Estados Unidos, su presencia en el mercado negro ha crecido preocupantemente. El número de personas afectadas por sobredosis y adicciones relacionadas con opioides sintéticos ha incrementado, y lo más alarmante es que muchos consumidores ni siquiera saben que están ingiriendo fentanilo, ya que este se mezcla con otras drogas como cocaína o metanfetaminas.
En un sistema de salud ya debilitado por años de desabasto y falta de inversión, la capacidad de atención a adicciones severas es limitada. Los centros de rehabilitación suelen estar saturados o no cuentan con los recursos necesarios para enfrentar un problema de esta magnitud.
Además, el estigma hacia las personas con adicciones dificulta su acceso a tratamientos adecuados.
Relación México-Estados Unidos:
La crisis del fentanilo también ha impactado las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos. Desde Washington, se han ejercido presiones para que México intensifique sus esfuerzos en la desarticulación de laboratorios clandestinos y el control de precursores químicos.
Sin embargo, estas demandas han sido recibidas con cierta resistencia, argumentando que la responsabilidad no recae únicamente en el país productor, sino también en el consumidor final.
En respuesta, ambos países han acordado medidas conjuntas, como operativos más estrictos en fronteras y puertos. Sin embargo, los resultados no han sido tan efectivos como se esperaba.
Problema global:
El fentanilo no es solo un problema entre México y Estados Unidos; es un fenómeno global.
Combatirlo requiere de una estrategia integral que abarque:
- Prevención: Campañas educativas que informen sobre los riesgos del consumo de drogas adulteradas.
- Tratamiento: Ampliar la capacidad de atención a personas con adicciones, eliminando el estigma social asociado.
- Persecución efectiva: Fortalecer las acciones legales contra quienes lucran con la vida y la salud de otros.
- Cooperación internacional: Promover el intercambio de información y recursos entre países para atacar el problema en su origen.
Por último, la crisis del fentanilo no debe verse como un problema ajeno o distante. Es un recordatorio de las fallas estructurales en los sistemas de salud y seguridad, pero también una oportunidad para trabajar en soluciones que prioricen la vida y la dignidad humana.
Hoy más que nunca, es momento de unir esfuerzos, no solo entre gobiernos, sino también como sociedad.
Combatir esta crisis requiere de un enfoque empático, informado y, sobre todo, decidido.
Porque cada vida cuenta, y en esta lucha no podemos permitirnos perder más.
Nos vemos en la próxima columna, estimado lector, gracias por leer estas columnas.