En las últimas semanas, hemos visto cómo diversos casos mediáticos han puesto el foco en un problema que debería alarmarnos a todos, la charlatanería en el ámbito de la salud.
Personas sin formación ni acreditación médica que se presentan como expertos, prometiendo curas milagrosas o tratamientos alternativos que no solo son ineficaces, sino que también pueden poner en peligro la vida de las personas que caen en el engaño.
Casos recientes de charlatanería.
El caso mediático de Marilyn Cote, una abogada que se hacía pasar por psiquiatra en Puebla, no solo recetaba medicamentos controlados, sino que manipulaba emocionalmente a sus pacientes, prometiendo “curas” que no tenían fundamento médico entre otras prácticas carentes de ética.
El haber destapado esta situación, ha desatado una ola de denuncias y de señalamientos a diferentes charlatanes en varias partes de nuestro país, por ejemplo, en Querétaro, otra falsa profesional realizaba cirugías estéticas sin contar con una cédula que avalara este tipo de procedimientos delicadísimos, dejando secuelas graves en sus pacientes.
Poco después, en San Luis Potosí, un hombre fue denunciado puesto que usaba cédulas profesionales falsas para ejercer como médico.
Estos casos no son aislados; son parte de un problema sistémico que refleja la falta de regulación efectiva y la vulnerabilidad de una población que, muchas veces, no sabe cómo identificar a un verdadero profesional.
Un daño real y profundo.
Los charlatanes en la salud, no solo afectan a quienes caen en sus trampas; también dañan la confianza en el sistema médico y desvían recursos que podrían salvar vidas.
Pero el daño más preocupante es el que ocurre en las consultas de quienes ofrecen prácticas disfrazadas de soluciones legítimas.
Veamos algunas de estas prácticas modernas que, bajo la apariencia de ciencia, esconden riesgos graves:
- Orinoterapia: Se presenta como una “cura natural” para todo tipo de enfermedades. Sin embargo, no tiene ni lógica, mucho menos un sustento científico que respalde su “efecto”, y consumir orina puede exponer al organismo a bacterias y toxinas que deberían ser eliminadas, más no reabsorbidas.
- Carboxiterapia: Comúnmente se realiza en “clínicas estéticas” por médicos “expertos” donde muchas de las ocasiones no cuentan con lo mínimo indispensable en cuanto a seguridad en materia de salud, mucho menos la autorización por parte de las autoridades sanitarias.
Esta mala práctica, espromovida como una solución estética para reducir grasa o combatir la celulitis, conllevando al riesgo de causar infecciones, hematomas y daños tisulares si no es realizada bajo supervisión médica adecuada.
- Ozonoterapia: Defendida como un tratamiento para enfermedades crónicas, desde cáncer hasta artritis, esta práctica carece de sustento científico sólido. En muchos casos, su aplicación puede causar efectos adversos graves, como daño pulmonar y reacciones tóxicas.
- Imanoterapia: Aunque los imanes se venden como una solución para mejorar el flujo sanguíneo o tratar dolores crónicos, es sumamente ilógico y por lo tanto no hay estudios que confirmen “su efectividad”. Por el contrario, quienes recurren a estas prácticas retrasan tratamientos médicos efectivos.
- Escáner hepático: Promete “diagnosticar” enfermedades a través de dispositivos que, en realidad, son absurdos y sumamente engañosos. Estas herramientas suelen ser simples artilugios que juegan con la desesperación de los pacientes.
- Medicina regenerativa con células madre: Aunque la investigación legítima sobre células madre tiene un enorme potencial, su mal uso en clínicas no reguladas ha causado desde infecciones graves hasta embolias. Muchas de estas clínicas ofrecen “milagros” sin contar con la tecnología ni la aprobación necesaria.
- Plasma rico en plaquetas: Es otra de las prácticas promovidas por charlatanes que, aunque suene científica y atractiva, carece de respaldo sólido para la mayoría de las aplicaciones que se le atribuyen.
Estos falsos profesionales suelen seducir a las personas vendiéndoles la idea de que, al extraer este “plasma rico en plaquetas” de su propio cuerpo, podrán curar todo tipo de enfermedades que la medicina alopática supuestamente no ha logrado tratar. Sin embargo, estas afirmaciones están lejos de ser ciertas y exponen a los pacientes a riesgos innecesarios.
¿Por qué caemos en estas trampas?
El problema no radica únicamente en la audacia de los charlatanes, sino en la desesperación y la falta de información de los pacientes.
En un país donde el sistema de salud enfrenta carencias estructurales, muchos buscan alternativas rápidas y accesibles, sin cuestionar la validez de éstas.
Además, la influencia de las redes sociales y la publicidad engañosa juega un papel crucial. Promociones en las que se prometen resultados “naturales” y sin efectos secundarios seducen a miles de personas, especialmente a quienes desconfían de la medicina convencional.
El impacto en la salud pública.
Las consecuencias de estas prácticas van más allá de lo individual.
Cada diagnóstico erróneo, cada tratamiento ineficaz y cada complicación generada por estas terapias sobrecarga los servicios de salud pública, que deben atender a pacientes que llegan en etapas avanzadas de sus enfermedades.
Además, estas prácticas erosionan la confianza en los verdaderos profesionales de la salud, creando un ambiente en el que la pseudociencia y la desinformación pueden florecer.
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Para protegernos y proteger a los demás, es fundamental:
- Investigar y verificar: Antes de someterte a cualquier tratamiento, asegúrate de que el profesional cuente con la cédula profesional para ello y que el procedimiento tenga respaldo científico.
- Educar y compartir información: Hablar abiertamente sobre los riesgos de estas prácticas y sus falsas promesas es clave para combatir la desinformación.
- Exigir regulación: Las autoridades deben reforzar las leyes contra el intrusismo y regular las terapias alternativas para garantizar que cumplan con estándares mínimos de seguridad.
La salud no es un lujo ni un espacio para experimentos sin base científica. Es un derecho que debe ser protegido con rigor, ética y profesionalismo.
Si bien es cierto que todos queremos soluciones rápidas, debemos recordar que no existen atajos para el bienestar.
No caigamos en la trampa de quienes, en lugar de ayudar, lucran con nuestra desesperación. Verifiquemos, informémonos y denunciemos.
Porque en salud, la única garantía viene de la mano de verdaderos profesionales.
Hasta la próxima columna estimado lector.