Después de muchas gestiones, de conformar equipos, después de alzar la voz y pedir justicia, la liberación de Bety se volvió realidad. Esto nos llenó de mucha emoción, y sobre todo, nos dio esperanza, porque hoy sabemos que sí se puede esperar justicia, aunque cueste trabajo, de repente se asoma.
El caso de Bety es síntoma de que el sistema de procuración de justicia en México, está enfermo. Casi al extremo de que habría la necesidad de cambiar todo, y lo perjudicial no son las leyes, es la gente que las hace valer y sus decisiones que rompen muchos hogares.
El encarcelamiento de Bety nos deja lecciones muy valiosas si queremos avanzar como país, y si buscamos realmente salir adelante como una comunidad que cuide a su gente, y que nos debe llevar a una gran reflexión sobre el futuro de las mujeres, jóvenes y defensores de las causas sociales.
Como Bety hay miles de mujeres en México. Desafortunadamente la epidemia de violencia sigue en aumento. Las mujeres en el país viven de forma muy vulnerable, muchas viven sometidas y jamás van a denunciar porque lastimosamente, la violencia doméstica también está normalizada.
Ella terminó en prisión porque se defendió de un esposo golpeador, que la violaba, y no sólo a ella, también abusaba de su hija, pues en un forcejeo se soltó un disparo que terminó con la vida de su parea, por cierto, era policía y corrupto a grados mortales.
Ella alguna vez se decidió a denunciar, y las autoridades, en lugar de ponerse del lado más vulnerable de la historia y respaldar a Bety, le informaron a su esposo, el cual la golpeó por acudir con quienes deberían defenderla.
Pero llegó el fatídico día, y accidentalmente, al liberarse del monstruo con el que vivía, cayó en prisión. Claramente era en legítima defensa, claramente la vida hizo justicia, y murió el que debía, era su vida o la de él.
Aquí cabe la reflexión, ¿Merecía realmente ir a prisión?
No hay nadie que no hubiera actuado igual. Si hieren o pretenden herir a alguien de nuestras familias, claro que nos defenderíamos. Claro que empeñaríamos nuestras propias vidas por defender la de nuestros hijos, pero una interpretación simplona y parcial, hicieron que Bety estuviera 16 años en prisión.
Con Pedro Carrizales “El Mijis” un gran compañero de batallas, encontramos el caso y le dimos seguimiento, pero lo más importante es que hicimos visible lo invisible, mucha gente se enardeció cuando supo la historia y esta presión, hizo que e revisara su caso y pudiera salir libre.
Esta es la gran lección. No hay imposibles si nos unimos como sociedad, y es que no existen causas ajenas, lo que le pasa al vecino sí te afecta, y sobre todo, en mayor o menor medida sí podemos ser parte de las soluciones.
Recuerdo con cariño al Mijis, y que tenga la certeza de que su lucha no será en vano. Vamos a exigir justicia para él. Su caso no quedará en la impunidad.