Este 6 de junio, cuando los michoacanos salgamos a votar, debemos tener en cuenta con claridad qué gobernante queremos para que dirija el rumbo de nuestro estado. Y, en este caso, sólo hay dos candidatos: Carlos Herrera, del Equipo por Michoacán, y Alfredo Ramírez Bedolla, de Morena y PT.
Continuidad, cambio o retroceso es lo que estará en juego el próximo domingo, y esta es la clave de la que debemos partir para tomar nuestra decisión.
¿Queremos una continuidad que permita apuntalar lo que se ha ganado, un cambio del que no sabemos en qué consistirá o volver a la pesadilla del pasado? Estas son las preguntas que los michoacanos debemos hacernos a la hora de emitir nuestro voto.
Carlos Herrera, que viene del gabinete de Silvano Aureoles, podría ser una certeza de que se mantengan los programas y acciones que han funcionado y le dé un giro novedoso y más efectivo a aquellos que necesitan fortalecerse.
Con Herrera no se empezaría de cero. Si bien el ex alcalde de Zitácuaro deberá implementar un gobierno con un sello personal, que responda a sus intereses, convicciones y talento, es un hecho que iniciará desde una base sólida.
Conoce los pros y contras del servicio público y, este caso, puede optar por un gobierno de continuidad que garantice la consolidación de lo que ha sido provechoso para Michoacán.
Alfredo Ramírez, por su parte, representa un misterio respecto a cómo gobernaría. Existe además la sospecha fundada de que quien tome el mando sea el ex gobernador Leonel Godoy, lo que no auguraría nada positivo, pues los michoacanos seguimos padeciendo las secuelas de su pésima administración.
En este caso, tendríamos enfrente un gobierno que reedite viejas prácticas, entre ellas el clientelismo, el endeudamiento y el despilfarro de recursos.
Si tomamos en cuenta además que Ramírez Bedolla deberá atender las exigencias que a nivel nacional se planteen desde la Ciudad de México, entonces se vislumbra una administración poco autónoma, sin espacio para quienes piensen diferente.
Sin duda, Michoacán ha vivido en el pasado reciente situaciones que han puesto al estado al borde de la ingobernabilidad: empoderamientos de grupos del narco, chantajes magisteriales, quebranto económico, pugnas con el gobierno federal, violencia sin fin, perdida de la vida institucional.
No es que los problemas hayan desaparecido, pero sin duda estamos mejor que en esa época de pesadilla y esto es algo que debe admitirse, más allá de las simpatías o fobias que se puedan tener con la actual administración.
Afianzar lo conseguido y mejorar lo que deba mejorarse es la ruta a seguir. Pensar en regresar a un pasado de ingobernabilidad no debe ser nunca la opción. Por ello, los michoacanos debemos votar con la cabeza fría, pensando en qué candidato es garantía de estabilidad y progreso y quién representa lo contrario.