Las aspiraciones de Raúl Morón de convertirse en gobernador de Michoacán sufrieron un duro golpe el pasado viernes, cuando el INE le retiró la candidatura por irregularidades. Es factible que el Tribunal Electoral se la regrese, pero es un hecho que este tropiezo va a tener un efecto negativo en su campaña.
En primer lugar, porque Morón ha quedado como un aspirante negligente a la hora de cumplir con los requisitos que marca la ley. Segundo, porque en lugar de reconocer que su equipo cometió un error, se ha dedicado a denostar a las autoridades electorales, en la lógica que ha seguido el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Con esto se vuelve a poner en evidencia lo que ha sido Morón a lo largo de su carrera pública: un político estándar, sin altura de miras, que actúa movido más por su temperamento que por la reflexión. Su lógica es: “No importa que yo quiera agandallar el poder, sino que los órganos electorales me lo impidan. No importa que yo violente la ley, sino que me pongan en evidencia y me bajen de la campaña”.
Decir que la decisión del INE es “un atentado contra la democracia”, “una decisión ilegal”, “un atropello a la voluntad de nuestra gente”, “una ofensiva contra la 4T”, “una trampa para detenernos”, es un claro desafío a la vida institucional del país y la muestra de que Morón es un hombre de pleitos, no de diálogo.
Y hay que decirlo: aunque se presente como víctima, en realidad no lo es. Simplemente es culpable de no haber entregado en tiempo y forma su reporte de gastos de precampaña, como lo determinó el INE. Es decir: es culpable por no haber llevado a cabo un trámite de rutina, que todo precandidato y todo partido debe hacer sin necesidad de que nadie se lo diga.
El ex edil de Morelia ya era un candidato impugnado, por la manera en que logró la candidatura, gracias a un dedazo presidencial y no a la decisión de la mayoría de los votantes de Morena en Michoacán, que ya le habían dado su visto bueno a Cristóbal Arias.
Tampoco había sido bien visto su desempeño como alcalde de Morelia, donde prácticamente pasó sin pena ni gloria y en cuyo balance tiene más saldos negativos que positivos, uno de ellos su manera errónea de atender la epidemia del COVID-19, donde se dedicó a boicotear toda decisión del gobierno estatal por motivos políticos.
El presidente AMLO y su partido, Morena, todavía tienen un gran ascendente en Michoacán y es factible pensar que bajo su influjo se siga votando por sus candidatos. En ese caso, es sabido que los votos que tiene Morón no son de él, sino de quien le dio la candidatura.
No obstante, aquí la pregunta que debemos hacernos todos es la siguiente: ¿merece ser gobernador un personaje que fue bajado de la campaña por violar la ley y quien, en lugar de aceptar su error y decir que se va a corregir arremete contra el árbitro electoral, poniéndose en el papel de víctima, antes que en el de culpable? Después de este tropiezo, mucha gente se lo debe estar pensando.