Hace unos meses, la marca Morena parecía invencible. Se decía que a quien pusieran de candidato podía vencer fácilmente a cualquier adversario. Este optimismo tenía que ver no tanto porque Morena fuera un partido diferente a los otros, sino porque detrás estaba la figura del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Amén del arrastre que el tabasqueño tenía en amplios sectores de la población, también contribuían a su popularidad ese espacio de propaganda que es las mañaneras y la manera un tanto abusiva de gobernar de AMLO, tan del gusto de quienes apelan a la revancha como móvil político.
No obstante, esta hegemonía ha empezado a desgastarse y por los mismos motivos que antes la hicieron invencible. Morena creyó erróneamente que los ciudadanos podían tolerarle cualquier exceso, pero llevar las cosas al límite ha empezado a tener sus costos.
Esta debacle tiene que ver con varias razones: en primer lugar, el hecho de que AMLO ha empezado a perder popularidad. De acuerdo con varias encuestas, los ciudadanos ya no ven en las mañaneras un espacio informativo, sino un lugar donde se propalan mentiras y verdades a medias. Igualmente, ya no se acepta tan fácilmente la descalificación en contra de otros sectores y personajes sólo porque piensan de manera diferente al presidente.
Pero, sin duda, el que ha perjudicado más a Morena es su propio líder nacional, Mario Delgado, quien en la elección de candidatos a los diferentes cargos de representación de plano ha perdido la brújula. Son muchos los casos polémicos, pero fueron los casos Salgado Macedonio y Raúl Morón los que más llamaron la atención, en parte porque estos ex candidatos no pudieron comprobar sus gastos de precampañas, en parte porque su manera de responder a las sanciones del INE, agresiva y violenta, despertó el rechazo de numerosos sectores.
El caso de Guerrero es ilustrativo del desaseo en que ha incurrido Mario Delgado: llevar en las boletas a la hija de Félix Salgado no es anecdótico; representa, con gran claridad, lo que es hoy ese partido: arrebato, estulticia, trampa y mala fe.
Hoy Morena ya no es invencible y así lo demuestra, por ejemplo, la encuesta que acaba de publicar el diario El Financiero, donde, en los casos Michoacán y Guerrero, se nota una tendencia a la baja, con amplias ventajas para sus opositores.
De seguir así, estaremos asistiendo a una derrota histórica de Morena en las próximas elecciones, algo que todavía resultaba incierto hace unas semanas. Y todo porque en su afán de acaparar el poder, el partido del presidente resultó más imaginativa que los otros a la hora de reinventar las mañas y las tropelías que ya creíamos enterradas en el pasado.
Sin embargo, lo que viene no será fácil: ya hemos visto que Morena cuando no gana arrebata. El escenario que se perfila, por parte de los morenistas, es el del chantaje, la amenaza, la violencia. La prueba ya nos la está dando Félix Salgado, quien anunció que convertirá el Senado en su particular campo de batalla contra todas las instituciones que no le permitieron seguir cometiendo abusos.
Todos debemos estar muy al pendiente para evitar que estos ataques se conviertan en un desafío a la democracia mexicana y sus instituciones que, bien que mal, hasta el momento han sabido cómo responder.