Jessica González Villaseñor, exhaló su último aliento en algún momento de la noche del 21 de septiembre del 2020.
De acuerdo al informe que rindió el perito responsable de realizar la necropsia, los golpes que recibió en la cabeza acabaron lentamente con la vida de esta joven maestra que soñaba con estar frente a grupo. No tuvo una muerte súbita o instantánea, su vida se escapó de su cuerpo poco a poco, pudo durar minutos u horas en agonía.
El cuerpo fue localizado semidesnudo 4 días después, cubierto solo con un suéter café, un brasiere negro y un reloj de manecillas. Mostraba golpes y escoriaciones en cabeza, cara, nariz, ojos, labios, cuello, brazos, tórax, muslos, piernas y huellas de violación sexual.
El primero de octubre de ese año, se vinculó a proceso a Diego Urik N., como presunto responsable de la muerte de Jessica, con lo que inició un accidentado proceso judicial, sujeto a los amparos y recursos legales que ha promovido la defensa particular del joven, al que sus propios amigos vieron internar en una zona boscosa, el cuerpo de una mujer y lo han declarado ante el juez de la causa.
Durante estos dos años, la familia de la joven, encabezada por Verónica Villaseñor Ferreyra ha emprendido una férrea lucha contra las deficiencias del “sistema” que invaden a la Fiscalía de Justicia y al propio Poder Judicial de Michoacán, que no les permiten tener una sentencia definitiva.
En la entrevista no están presentes Martín, el papá de Jessi; ni sus hermanos Cristo y Adrián, pero la jefa de familia expone el trabajo que han realizado en conjunto con la Fiscalía para lograr integrar un expediente de 12 tomos y un centenar de pruebas que deberán desahogarse durante el judicio oral.
En el informe pericial, se señala que la joven maestra recibió un trato cruel de su homicida, quien le infringió 31 golpes; la madre lleva clavado el dolor por la saña con la que le arrebataron la vida a su hija, mientras las leyes la mantienen amordazada.
Para los padres y hermanos de Jessica, el trato que recibió la joven quedó en evidencia en las imágenes que se captaron durante la necropsia, aunque para ellos no son nuevas.
Su padre encabezaba el grupo de búsqueda y fue uno de los primeros en ver por primera vez el cuerpo de su hija sin vida. Su hermano Cristo, fue el responsable de realizar la identificación de los restos.
Su madre recuerda a Jessi como una joven alegre que gustaba de la música de banda, que vivía sin miedos, anhelante de concluir su preparación académica como maestra de Primaria.
De hecho, se encontraba al frente de un grupo en Salvatierra, Guanajuato, donde trabajaba vía remota debido a la pandemia.
Pero la joven salió de su hogar, la tarde del 21 de septiembre, con el pretexto de que tomaría un café con una amiga. En realidad, se reuniría con Diego, quien ha sido señalado como la última persona que la vio con vida.
Su cuerpo fue localizado en el fraccionamiento Monarca en Morelia y desde entonces, comenzó la lucha de su familia para tener justicia, sin lograr entender los motivos por los que el sistema defiende a un asesino y deja a las víctimas indefensas.