Del escuchar procede la sabiduría, y del hablar el arrepentimiento
-Proverbio italiano
Una vez más las vallas de la vergüenza fueron la primera jugada ofensiva de los gobiernos estatales y federal en una gran parte de las 52 ciudades en que se llevó a cabo la marcha por la paz y la seguridad convocada por la Gen Z y a la cual se unieron varios movimientos y causas civiles, entre ellos, los del Sombrero, en torno a un propósito común: un México libre y justo. Las autoridades tuvieron miedo y su respuesta fue tratar de proyectarlo entre los manifestantes.
La siguiente jugada ofensiva fue la persecución en redes sociales de quienes promovieron la marcha, con una exhibición pública de sus perfiles desde la conferencia mañanera de la Presidencia de la República, arengando la división y el odio entre mexicanos, expresando desprecio, invalidando sus posturas y atropellando los derechos a la libre expresión y asociación.
La tercera jugada fue la represión violenta de los manifestantes, bajo la sombra de un discurso hipócrita que dice buscar resolver de raíz el problema del crimen organizado, sin tocar un pelo de los delincuentes, – pues “ellos también son humanos”, mas no así sus víctimas -, pero que cuando la ciudadanía decide expresar sus necesidades, repele con toda la fuerza policial, a golpes y haciendo uso de gases lacrimógenos.
El error estratégico del gobierno ha sido la ausencia de escucha a la ciudadanía, incluyendo a los que llama “el pueblo” por alinearse a su ideología, excluyendo a los que no. Si bien el mensaje de las y los mexicanos que abarrotaron los espacios públicos en demanda de los derechos mínimos de la vida común fue fuerte y claro, más contundente es la respuesta de las autoridades. Se trata del poder, no del bienestar de ningún mexicano, por más que malgasten la palabra en su falso discurso. La respuesta gubernamental no da espacio a la interpretación: todo el que no esté con ellos, está en contra de ellos y no existe la mínima intención de escuchar y mucho menos, de servir a la población.
Los pretextos para desoír a la ciudadanía caen en el absurdo. La presencia de la diversidad de grupos etarios no se trata de que las juventudes están siendo manipuladas, con lo que están justificando la respuesta violenta, sino de la concurrencia de los intereses de lo que es hoy ya es la mayoría.
La Gen Z es ese bono demográfico que se esperaba que fuera a detonar el desarrollo social y económico del país. La expectativa es que esta generación constituyera la mayor fuerza laboral y productiva de la historia, pero fallamos en crear las condiciones para que cada mexicano y mexicana estuvieran preparados con educación de calidad y con amplias opciones de trabajo digno que les permitieran su desarrollo. No obstante, la Gen Z no se está conformando con este destino y hoy está levantando la voz, con un liderazgo fuerte que ha hecho concurrir intereses y causas diversas. Es una falacia que estén siendo influenciados por una fracción política débil y desgastada. Al contrario, ellos y ellas tienen voz potente y una fuerza capaz de unir lo diverso. La marcha del 15N es una evidencia de que la balanza ya cambió de platillo, por más que digan que el gobierno federal cuenta con una popularidad del 90%. Los números de manifestantes tanto dentro como fuera del país muestran lo contrario.
Y es que esta marcha no nace del aumento de impuestos a videojuegos, sino de la falta de oportunidades para que las nuevas generaciones, tanto aquéllas que cuentan con preparación profesional como las que no, puedan construir una vida autónoma. Nace de la ignominiosa y sistemática falta de acción del gobierno en estados como Sinaloa y Michoacán donde el crimen organizado manda y cobra vidas. Nace de los miles de desaparecidos en el país y de las decenas de fosas clandestinas bajo las narices de las autoridades. Nace de la ausencia de medicinas en el sector público y la impotencia de ver morir a los seres queridos ante la indolencia de un estado que justifica el aumento de impuestos y de deuda pública, empeñando la economía nacional, sin resolver las necesidades básicas de la población y comprometiendo las del futuro inmediato. Nace del dolor de un país que ha normalizado el feminicidio. Nace del abuso sistemático de los trabajadores del campo, ahorcándolos con precios que les niegan la posibilidad de una vida digna. Nace del espíritu nacional que se rebela ante la injusticia y la corrupción. Nace del cansancio de ver políticos destilando ignorancia en cada intervención pública y enriqueciéndose a costa de las y los mexicanos.
La única salida viable del gobierno para legitimarse en el poder es escuchar el 15N y movilizar los recursos públicos, tanto humanos como económicos, en atender de manera inmediata y efectiva las demandas de la población, que dicho sea de paso, no son más que reclamar nuestros derechos humanos. Asumo la ingenuidad de mis afirmaciones, pero cerrar oídos y puertas de los recintos de gobierno, lejos de amedrentar a los movimientos sociales, los está engrandeciendo en número y propósito.
Ojalá la primera Presidenta de la historia de México encuentre en sí misma la valentía y fuerza interna para desplegar su intelecto y liderazgo en cambiar las reglas del poder en México. Cambiar tácticas de poder por una estrategia de servicio puede crearle muchos adversarios desde dentro, pero sacrificar piezas muchas veces es la fórmula para que la dama gane la partida.



