Morelia, Mich.— Como cada Jueves Santo, las calles del Centro Histórico de Morelia se llenaron de devoción y tradición con la emblemática Visita de los Siete Templos, un rito católico que revive el recorrido espiritual de Jesús antes de ser crucificado, y que ha perdurado por generaciones entre las familias morelianas.
Entre las personas que participan cada año se encuentra la señora Nora González, originaria de Morelia, quien recuerda con cariño cómo esta tradición le fue heredada por su madre y abuela.
“Cada año hacemos la visita de los siete templos. Es una devoción muy bonita que me dejó mi abuelita, y ahora la comparto con mis hijas”, comentó mientras se encontraba en el Templo de La Cruz, uno de los puntos más concurridos del recorrido.

La Visita de las Siete Casas —también conocida como Visita a las Siete Iglesias— consiste en acudir a siete templos distintos para acompañar espiritualmente a Jesús en los momentos previos a su crucifixión. Cada templo representa un episodio de este recorrido bíblico, desde su oración en el Huerto de Getsemaní hasta su llegada al Monte Calvario.
La tradición, que se realiza en silencio y en oración, está profundamente arraigada en la cultura religiosa de Morelia. Angélica, otra de las participantes, resaltó el valor histórico del trazado urbano de la ciudad, el cual fue diseñado por los frailes franciscanos para facilitar la evangelización. “Desde Catedral, casi en cada esquina del centro se encuentra una iglesia. Esto ayudó a que los pueblos originarios se acercaran a la fe cristiana”, explicó.



Los templos más visitados durante este recorrido son Catedral, Las Monjas, El Carmen, La Cruz, San Francisco, San Agustín y San José, aunque algunos fieles también incluyen la Misericordia, la Dolorosa y la Casa de la Cultura, donde antes existió un convento.
Además del simbolismo religioso, los fieles destacan el sentido comunitario de la tradición. “Nadie nos obliga, lo hacemos con cariño y con alegría, en conjunto con la familia”, expresó la señora Nora.
Para muchos, esta práctica no solo fortalece la fe, sino que también se convierte en un espacio para reencontrarse con la ciudad, con la historia y con los suyos.