La neurodiversidad puede ser el lugar de nacimiento
de algunas de las mentes más grandes de la humanidad.
- Harvey Blume
¿Cómo les va, estimados lectores y lectoras, con su compañero de trabajo que procrastina todo el tiempo y que parece que retrasa el trabajo de todo el equipo? O por el contrario, ¿con el que todo lo tiene estrictamente programado y medido, con las tareas categorizadas por colores y que si alguien no cumple el plan, detona en él o ella un estallido de intolerancia por los que no hacen lo que esperaba de ellos? ¿O con el que simplemente parece distraído en las juntas, como si no le importara lo que está sucediendo y de la nada trae una solución valiosa? Quizás también le haya tocado alguno que todo proyecto pareciera que es su mayor obra de arte y le invierte un tiempo y energía tan grandes que es difícil seguirle el paso. O él que parece que las instrucciones estuvieran en un idioma que desconoce, pues simplemente no logra comprender las indicaciones de un correo electrónico, mismo que tiene que leer una y otra vez, con la probabilidad de que termine haciendo algo distinto.
¿Desgastante trabajar con personas así? O tal vez se identifica usted con algunos de estos rasgos y ha sido víctima de acoso, hostigamiento o indiferencia en el trabajo. Pues bien, bienvenido a un mundo neurodivergente.
Por mucho tiempo, los ambientes laborales han sido vistos como lugares de trabajo donde se reúnen personas con diversas personalidades, algunos malos hábitos y muchos supuestos defectos que de alguna forma, se interponen en el logro de objetivos organizacionales o bien, enrarecen el clima laboral.
Con torpeza, el tipo de comportamientos que hemos enumerado anteriormente ha sido calificado frecuentemente como un bajo desempeño o una mala actitud que encamina a que el colaborador sea aislado o incluso separado de su empleo. Sin embargo, hay una gran posibilidad de que no se trate de una participación negligente o de una personalidad complicada, sino más bien, de una persona cuyo funcionamiento cerebral es diferente a lo que consideramos “típico”, es decir, que sea neurodivergente.
Neurodivergencia es un término acuñado en la década de los 90s del siglo pasado para hacer visible y traer dignidad al tratamiento personal, social y clínico de personas con funcionamientos cerebrales distintos a la mayoría, como son el espectro autista, los síndromes de Asperger y Tourette, trastornos de déficit de atención e hiperactividad, obsesivo-compulsivo, o bipolaridad, o condiciones como la dislexia y la dispraxia.
Según la empresa global de consultoría Deloitte, hasta el 20% de la población podría ser neurodivergente, lo cual significa que esta realidad seguramente está más cercana de nosotros de lo que nos podemos imaginar. El asunto es que el estudio y tratamiento de tales condiciones humanas es sumamente reciente y se ha enfocado casi exclusivamente a la atención de infantes y adolescentes, mientras que los adultos cuyos cerebros funcionan de manera distinta no han sido ni siquiera diagnosticados, y peor aún, han sido estigmatizados como personas no funcionales y difíciles, por lo que pierden constantemente sus empleos o son etiquetados para no ser promovidos, condenándolos a no poder avanzar en una carrera profesional.
Sin embargo, es sorprendente la cantidad de personas con talento sobresaliente que justamente son neurodivergentes. Algunos ejemplos son el premio Nobel de Economía, Vernon Smith, el actor Anthony Hopkins, el futbolista Lionel Messi y el empresario Elon Musk quienes tienen síndrome de Asperger; la activista Greta Thunberg, el artista Michael Jackson, el creador de la empresa Microsoft, Gill Gates, y el famoso físico alemán, Albert Einstein, quienes son autistas; o Ingvar Kamprad, el fundador de la empresa IKEA, y el actor, Tom Cruise, quienes son disléxicos, por mencionar solo algunos.
¿Notó que no mencioné ninguna celebridad mexicana? No es que no existan, sino que ese es el grado de invisibilidad que tienen estas condiciones en nuestro país.
Ciertamente, puede sonar improbable que ese compañero o compañera de trabajo que es “complicado”, sea un genio. Pero lo que es real, es que la ignorancia de su condición y la falta de conocimiento sobre ella, nos está llevando a crear entornos laborales miserables para ellos, donde simplemente, no tienen un lugar.
La situación se pone peor. Como muchos de estos adultos neurodivergentes nunca fueron diagnosticados, esta diferencia no solo les hace el blanco de discriminación, descalificación y exclusión en el trabajo, sino que con mucha probabilidad, eso ha sido su experiencia durante su desarrollo a través de las distintas etapas de la vida. Sin duda, ser víctimas de una comunidad no consciente de su situación, deja marcas que les lastiman permanentemente y que les limita su desarrollo en todos los ámbitos y eso es una herida de nuestra vida común.
En esta entrega, amables lectores, les invito a conceder la posibilidad de que aunque la mayoría de las personas tengamos un funcionamiento cerebral parecido, esto no significa que sea la norma, y mucho menos, que sea más válida o deseable que otras. Simplemente nos hemos acomodado a ella, pero nos podemos estar perdiendo de la grandeza que trae la diferencia.
Si me acompañan, en la siguiente edición les propondré algunas ideas de cómo incluir a nuestros neurodivergentes en el contexto laboral con la oportunidad de crecer como comunidad. Les espero.