Primera parte
“Las decisiones se toman con la emoción y se justifican con la razón”
-Vox populi
¿Ha llegado un día, estimado lector, al trabajo y al abrir un correo electrónico poco amable, se disuelve su buen ánimo? ¿O le ha sucedido que al escuchar y ver gente aplaudiendo, empieza usted a hacer lo mismo al unísono? ¿Ha visto algún video donde la gente se ríe y sin saber por qué lo hacen, se desata también en usted una carcajada? ¿Evita usted ir a funerales porque sabe que experimentará tristeza y quizás hasta llanto, aún cuando no conozca a la persona que ha partido? Estas, y muchas circunstancias parecidas, se deben a que las emociones son altamente contagiosas. El problema es que muchas veces tomamos decisiones con emociones que ni siquiera eran nuestras en un principio.
El contagio emocional es un fenómeno humano que nos permite experimentar e incluso imitar las emociones y conductas de otras personas. Se trata de un atributo humano que da pie a la empatía, tan necesaria para relacionarse, convivir y resolver controversias en nuestra vida común. Sin embargo, el contagio emocional va un poco más allá, pues en la empatía, es posible observar y comprender de manera consciente las emociones y acciones ajenas; en el contagio emocional, nos sumergimos en ellas, haciéndolas propias. En ocasiones, incluso podemos experimentar un secuestro emocional, en el que reaccionamos de manera intensa e irracional a un hecho que nos es ajeno, pero que actúa como un intruso, trastocando nuestra vida.
Las tecnologías de la información, como los servicios de mensajería instantánea y las redes sociales, han sido medios propicios para compartir información e imágenes que desatan emociones en nosotros, a veces de manera inocente, pero muchas otras, con una intención de manipulación casi maquiavélica. De pronto, un video que nos muestra un contexto adverso, aún ajeno a nosotros, puede despertarnos miedos y enojos, llevándonos a tomar decisiones y acciones sobre escenarios hipotéticos como si fueran reales.
El problema, es que en muchas ocasiones, esta perturbación que se nos causa artificialmente, termina en desacuerdos y malos momentos con quien ni la debe, ni la teme, además de que podemos tomar decisiones que pueden poner en riesgo nuestra forma de vida.
Pero este contagio de emociones y sus efectos, no se restringen a las exaltaciones negativas. En ocasiones, nos presentan supuestas oportunidades de negocio o de una transformación personal que se nos vende con tanto entusiasmo y con testimonios exacerbados de alguien ha afirma haber logrado felicidad o realización personal, que terminamos embaucados por la emoción que nos introdujeron, y no por un análisis racional de lo que conviene a nuestros intereses.
Al final del día, las emociones nos ofrecen un estímulo inmediato, que sin importar que el sentir inicial sea agradable o no, buscaremos ya sea fijar o bien, transformar como experiencia interna grata. La razón, por su parte, resulta un proceso que demanda un esfuerzo que no siempre es igual de gratificante o excitante, y a veces, toma más tiempo del que estamos dispuestos a invertir.
Las emociones siempre van a surgir, de manera espontánea y sin pedir permiso a nuestra voluntad. La invitación el día de hoy, estimados lectores, es solo tomar un segundo cuando estas surjan, para evaluar si nos es propia, o si alguien nos la está contagiando.
En la próxima entrega, hablaremos un poco de cómo este contagio emocional puede dar pie a emociones colectivas, que en el contexto laboral, pueden derivar en un clima organizacional inadecuado, mientras que en el contexto social, en radicalismos intolerantes. Les espero.