Una pena ejemplar, exigió Verónica Villaseñor Ferreyra para Diego Urik Mañón Melgoza, al señalar que por la crueldad con la que arrebató la vida a su hija Jessica González Villaseñor, la pena máxima de 50 años de prisión que establece el Código Penal del estado no será suficiente.
“Solicitar la pena máxima es estúpido, no resarciría el daño”, afirmó la mujer en la última audiencia de juicio oral que se desarrolló en las salas localizadas en el Centro de Reinserción Social (CERESO), “Mil Cumbres”, tras 2 años, 4 meses y 25 días del asesinato de la joven.
“Le pido una pena ejemplar no solo para mi y para mi familia, sino para toda la sociedad”.
Por segunda ocasión, el acusado siguió la audiencia vía remota, sin que ninguno de sus familiares hiciera presencia en la sala, que sí lució atestada de familiares de la víctima y de periodistas.
Mientras integrantes de colectivas feministas se manifestaron a las afueras de la sede judicial, el representante de la Fiscalía General del Estado pidió la pena máxima para el feminicida, al considerar que la conducta de Diego fue dolosa, por la cantidad, magnitud y saña de las lesiones que le causó a Jessica, hasta producirle la muerte.
De igual forma calculó en 1 millón 981 mil 293 pesos, el monto de la reparación del daño.
Expuso que la pérdida de la vida es irreparable, por lo que la acción del joven limitó el proyecto de vida de la maestra y con ello “vulneró el bien jurídico más preciado”.
“Diego es el autor material del feminicidio de Jessica”, afirmó el Ministerio Público encargado de los alegatos finales, quien descartó la existencia de otro responsable o responsables del crimen.
De acuerdo a la Fiscalía, la relación entre los jóvenes databa desde el 2018, cuando además de iniciar una relación de amistad, existían encuentros sexuales, por lo que Jessica confiaba en el joven y “nunca imaginó que eso tendría como resultado su muerte”.
El Ministerio Público pidió al juez Ariel Montoya Romero, analizar el tema con perspectiva de género, consciente de que, como mujer, la maestra formaba parte de un grupo vulnerable, “era muy joven, entusiasta y trabajadora”.
Aseguró que con 18 años cumplidos, al momento de cometer el feminicidio, Diego tenía capacidad de discernir la culpabilidad y como individuo, representa incluso un peligro para la sociedad, ya que lejos de mostrarse arrepentido, ha tratado de fincar la responsabilidad a otros.