Última parte
“Suerte es cuando la preparación y la oportunidad se encuentran y se fusionan”
–Voltaire
Llegamos a la última parte de la serie “entre el querer y el poder”. En esta ocasión, nuestro sujeto de análisis FODA es una gran patria: México. Si como mexicanos y mexicanas mantuviéramos la mirada en lo que queremos, podríamos encontrar muchos puntos de acuerdo con los cuales podemos recuperar la unidad nacional. Queremos un México próspero, soberano, seguro, con oportunidades para todos y piso parejo. Queremos libertad para desarrollarnos, para decidir, para transitar, para dedicarnos a lo que nos despierta pasión, para experimentar cada quien nuestra propia fórmula de vida en búsqueda de nuestra felicidad.
El problema es que nuestra polarización política y social está arraigada en los “cómos” lograrlo. Nos aferramos a las recetas de nuestro mundo conocido y cual infantes, estamos emberrinchados en que nuestro país transite por la vía que en nuestro entender, promete mayores atajos para lograr el bienestar.
Tener claridad en el qué deseamos como nación y los cómos para lograrlo, es lo que constituye una estrategia. Sin embargo, los cómos son delimitados por nuestra realidad interna y externa: el FODA del que hemos venido hablando en esta serie.
Por ejemplo, al hablar de un México soberano, la cual es una bandera plausible del actual Presidente de la Nación, no basta con tomar decisiones valentonas que violan negociaciones internacionales como el T-MEC o incluso la constitución. Si bien es cierto que los intereses de países extranjeros pueden representar una amenaza para nosotros, o que el crimen organizado está en niveles tan altos que se necesita al ejército para controlarlo (aún teniéndose que morder la lengua sobre el discurso insignia sobre la guerra contra el narcotráfico), también es cierto que un prerrequisito de la soberanía, es ser un país autónomo, capaz de producir los insumos y servicios mínimos para satisfacer las necesidades básicas de la población, y al presente, ni siquiera producimos el maíz suficiente para alimentarnos, por tomar un ejemplo. Esta fragilidad nos pone en una situación dependiente donde el poder de negociación está en nuestras contrapartes. Nuestra debilidad, esta falta de autonomía, es el cómo en el que debemos trabajar.
Otro caso. En los taxis locales puede leerse la petición de legislar en contra de las plataformas internacionales que interconectan a conductores con pasajeros. Ciertamente, estas son una amenaza para los trabajadores del volante, porque superan con mucho la oferta al consumidor. Sin embargo, la forma de enfrentarlas no es con más proteccionismo, pues el éxito de dichas plataformas no ha sido leyes que le favorecen, sino que dan una respuesta mucho más efectiva a las necesidades y deseos del mercado. En esta situación, no se trata de suprimir una amenaza que en realidad es un beneficio al usuario, sino de superar la debilidad.
En relación con la inseguridad pública, el caso es al revés. Hay razón en que ya es inaplazable combatir sus causas raíz como la pobreza, la injusticia y la ignorancia, todas ellas nuestras debilidades. Pero debemos dimensionar que el crimen organizado es un Goliath tan poderoso y grande que no podemos esperar hasta que se den las transformaciones en los orígenes de nuestras debilidades, pues mientras tanto, hay cientos de miles de gente que han muerto y que lo seguirán haciendo en sus manos. Tenemos esas debilidades y es menester vencerlas, pero no podemos perder de vista que también hay amenazas que no pueden esperar.
Por otro lado, las estrategias que violentan la constitución y los acuerdos internacionales, generan debilidades aún mayores en el país, pues vulneran tanto las relaciones internas como las externas en el corto y en el largo plazo.
Este continuo y polarizante “divide y vencerás” tanto en el discurso como en las acciones, van agotando la unidad nacional, corrompiendo el tejido social y disolviendo la confianza entre las y los ciudadanos. Esto desencadena baja productividad por la mutua sospecha entre trabajadores y patrones, de que el otro quiere abusar. De igual manera, la tensión social es evidente en la actitud de prestadores de servicios, donde la calidez en la atención al cliente se está evaporando, mermando especialmente, la calidad de los servicios turísticos, los cuales son una de las principales industrias del país.
¿Hay oportunidades para México? Por supuesto. La actual crisis global demanda intensivamente mano de obra, productos del campo y manufactura de componentes tecnológicos, entre otros. Nuevamente, la estrategia es el cómo damos respuesta ante estos requerimientos mundiales y nos ponemos a la cabeza de los proveedores con calidad, oportunidad y cantidad suficiente.
Regreso al inicio. México es una gran nación, pero para aprovechar nuestros recursos nos urgen cómos sustentables y administraciones íntegras. Contamos con riquezas naturales y turísticas envidiables, pero necesitamos garantizar su viabilidad en el mediano plazo, resolviendo las crisis hídricas y de inseguridad. Contamos con un bono poblacional sin precedentes: nunca habíamos tenido tantos jóvenes disponibles para el trabajo. El problema es que no están dispuestos, en gran parte, por nuestros bajos niveles educativos y la ausencia de un futuro esperanzador.
El puente entre lo que queremos para México y lo que podemos, no está pavimentado. Está lleno de los baches de la corrupción, la ignorancia, la indiferencia, el resentimiento y la descalificación y la cancelación del que es diferente. Pero como en todo, identificar y reconocer el problema, es el primer paso de la solución. Conocerse no es morirse y ver con objetividad el entorno y nuestras circunstancias, no es vergonzoso, y definitivamente, son los primeros pasos para lograr los anhelos de nuestra vida común.
Mientras tanto, más allá de gritar viva México, tomemos acciones para darle vida a nuestro país.