Un golpe directo al cráneo con un trozo de madera acabó con la vida de Gisela Díaz González la mañana del 5 de abril del 2016. La violencia fue extrema, la mujer fue rociada después con gasolina y el fuego le provocó quemaduras de primer grado en el 70% del cuerpo.
Gisela tenía 8 meses de embarazo, solo faltaban unos días para que naciera una bebita que falleció al momento del deceso de su madre, al ser expulsada de manera parcial del vientre materno.

La sentencia se dictó apenas el pasado 21 de abril del 2022, a 6 años y 16 días de su muerte y se convirtió en el primer caso en la historia de Michoacán en alcanzar la pena máxima. La ex pareja de la víctima, Rodolfo Castro Téllez recibió una pena de 40 años de prisión, la máxima sanción para el delito de feminicidio de acuerdo a la norma vigente cuando se cometió el crimen.
Con su muerte, Gisela dejó huérfana a una niña de 7 años de edad, producto de un primer matrimonio, y a una familia destrozada, que luchó durante 6 años para que las autoridades ministeriales aceptaran los elementos de prueba a su alcance y se castigara al responsable de arrebatar la vida a su hija.

Sentados frente al hogar donde vieron partir por última vez a su hija un martes, Francisco Díaz Sánchez y María González Marín no dudaron en contar su historia, con la única intención de que el culpable no pueda salir libre y que otros feminicidas sean sentenciados con la pena máxima.
Gisela estaba a punto de cumplir 32 años de edad cuando fue asesinada; trabajaba como “gestora, contadora” en una asociación de transportistas denominada “CATEMICH” y ahí conoció a Rodolfo, un hombre de 35 años de edad, que se dedicaba a manejar un taxi y con el que decidió “juntarse” luego de algunos meses de conocerse.
La pareja vivía en la casa materna, en el cuarto de soltera de la joven, por lo que la familia pronto se percató de que era violentada por su pareja, pese al embarazo
“Nosotros como un mes antes de que falleciera”, relata doña María, “me di cuenta de que tenían problemas que se peleaban, que lloraba mi hija, que andaba toda moreteada, pero yo le preguntaba a mi hija “qué te pasa, qué tienes”, ella “nada mamá”, nunca me quería decir nada”.
De acuerdo a los testimonios que se expusieron en el juicio, se conoció que el 5 de abril del 2016, Gisela y el hombre salieron a dejar a su hija a la escuela y luego acudieron a instalaciones de la COCOTRA a realizar trámites, pero ella nunca regresó a la base de transporte.
A petición de Rodolfo, los abuelos recogieron a la niña, donde encontraron a la jefa de su hija, Karina Tapia quien no les comentó que Gisela no había acudido a trabajar, Rodolfo tampoco les informó nada pese a que regresó a “cambiarse de ropa” alrededor de las 2:00 de la tarde.
La familia comenzó a preocuparse cuatro horas después cuando Karina vía telefónica les informó que la joven no había acudido a trabajar y que desde cerca de la 1:00 de la tarde habían iniciado la búsqueda con Rodolfo.
Tras no tener noticias, la señora María y don Francisco, junto con Israel, uno de sus hijos, decidieron buscarla en hospitales sin tener éxito, por lo que en la noche acudieron a poner la denuncia penal por la desaparición.

De manera coincidente, Rodolfo y Karina también fueron a interponer la denuncia en instalaciones de la Procuraduría, donde la mamá de Gisela encontró la bolsa, un chaleco y unos zapatitos morados de bebé en el carro del hombre.
A partir de ahí, la familia transcurrió prácticamente 8 días de búsqueda incansable de la joven embarazada, mientras su jefa insistía en la teoría de que había sido secuestrada e incluso aseguró que había tenido contacto con sus secuestradores.
Israel recuerda: “Me hablan y me dicen “¿para dónde vas?” Les digo, voy a buscar a Gisela y me dice Karina “regrésense porque ya me hablaron unos narcos, que ellos la tienen y me la van a regresar en media hora”.
Finalmente, a las 5 de la tarde del 13 de abril, la familia recibió una llamada de la Procuraduría en la que les notificaban que habían encontrado unos restos de una mujer y de un feto, semi calcinados.
La señora María identificó las prendas de vestir; su hijo Mario, fue el único que vio físicamente los restos de su hermana.
“Mi hijo me dijo “tu no vayas mamá. Tú ve la ropa”, me enseñaron la ropa, los tenis, yo sabía que era de ella, pero ya no la vi”
La familia enfrentó una serie de dificultades para lograr que se tomaran en cuenta los elementos que, a su parecer, culpaban directamente a Rodolfo del feminicidio de su hija; entre ellos el teléfono, el bidón de gasolina que el hombre dejó en la casa, incluso la ropa que usó ese día y que la señora María guardó celosamente en una bolsa.
“Teníamos dos 2 años que no me recibían nada, llevé la chamarra de él, llevé la chamarra de mi hija, llevé el chaleco, llevé los celulares, la computadora, De repente me dijeron que llevara toda”
Finalmente, Rodolfo fue detenido el 14 de septiembre del 2019, luego de que la autoridad judicial realizó el estudio de georreferenciación de su teléfono celular y confirmaron que el hombre se encontraba en el lugar de los hechos a la hora del asesinato de Gisela.
El juicio arrancó apenas en diciembre del 2021 y de manera sorprendente, avanzó de manera rápida, debido a las pruebas que presentaron y a que el hombre nunca se declaró inocente.
Ahí, se conoció que los hechos se registraron sobre el kilómetro 15 de la carretera que conduce de Acuitzio del Canje a Villa Madero, a la altura de la ranchería “Cruz Gorda”.
Cuando Gisela estaba de espalda, Rodolfo tomó un trozo grande o rollo de manera de pino, con el que le dio un golpe directo en el cerebro, provocándole la muerte inmediata por traumatismo cráneoencefálico severo, en una herida de 17 centímetros.
Rodolfo no pidió perdón por su crimen; en las audiencias fue descrito como un hombre violento que celaba a diario a Gisela, y al que pruebas periciales, responsabilizaron de manera irrefutable de la muerte de la mujer de 31 años de edad.
Sin embargo, para esta familia que perdió a su única hija, 40 años de prisión no son suficientes; las cenizas de Gisela reposan en el cuarto que la vio crecer desde niña.
Para ellos no hubo justicia y no habrá nunca un castigo suficiente.
“Ni con eso pagan”, señala el padre de Gisela, “por ejemplo, qué culpa tiene su hija, qué culpa tiene su niña, esperar hasta el momento en que no pudiera defenderse para hacer esa atrocidad, yo pienso y pienso, por qué hizo eso”.
Para Israel, Rodolfo no mató solo a Gisela “nos mató a todos, porque nuestra vida no ha sido igual”.
Doña María no se ha despedido de Gisela, al igual que su esposo, la parece verla a diario despedirse de ella para irse a trabajar y regresar puntual a las 6:00 de la tarde; para ella solo en Dios puede encontrar ayuda.