“El suave aleteo de una mariposa puede causar un huracán del otro lado del mundo”. Teoría del caos.
Nuestra vida común experimenta nuevamente incertidumbre y desasosiego. El estallido de la guerra en Ucrania resuena a nivel mundial. Apenas empezábamos a ver la luz al final del túnel de la pandemia, y se hace presente otro hecho que nos consterna como humanidad y que amenaza nuestro futuro.
Antes del coronavirus, parecía que los eventos adversos que sucedían en otros continentes, eran ajenos a nosotros y que de alguna forma, nuestras fronteras geográficas eran murallas de protección. Esa premisa nos ha hecho indiferentes hacia varios problemas globales. Por ejemplo, con el cambio climático, donde hemos reaccionado de manera lenta y negligente en revertir los efectos de la contaminación en el mundo. Sin embargo, el COVID19 nos demostró que no estamos aislados. Cualquier suceso del mundo, tiene repercusiones para todos, tarde o temprano.
Durante la pandemia, se habló mucho de nuestra resiliencia, esa capacidad de crecer ante la adversidad. Esta confrontación en Europa del este, viene a ser nuestro sinodal. La repercusión más inmediata que puede preverse, es la agudización de la crisis económica a nivel mundial, que seguramente escalará a una crisis alimentaria y humanitaria. La lucha por el territorio ucraniano además de razones de ganancia de poder político en el viejo continente, busca la apropiación de las reservas de hidrocarburos y minerales en esas tierras. Por lo pronto, el bloqueo del gasoducto que atraviesa el territorio, detonará una nueva escasez y por ende, una subida de precios de la energía, con la consiguiente inflación que ello trae.
Una guerra no estaba en el horizonte de riesgos de la población en el corto plazo. Según el reporte de percepción de riesgos globales del foro económico mundial, los peligros en el panorama para este 2022 eran eventos climáticos extremos y el fracaso de las acciones ambientales, seguido de temas sociales como la crisis alimentaria, la erosión de la cohesión social, la permanencia de enfermedades infecciosas y el deterioro de la salud mental de la población. En tercer lugar, aparecían riesgos asociados a la economía – incremento de las deudas globales y una burbuja inflacionaria – y los tecnológicos – el fracaso de la ciberseguridad y la inequidad digital[1]. La posibilidad de una confrontación geoeconómica se vislumbraba en el mediano plazo, entre dos y cinco años a partir de ahora.
Releyendo estos riesgos globales, podemos ver que no son una amenaza, sino una realidad en nuestros días. La suma de los mismos, con seguridad abonó al cultivo de condiciones para el inicio de esta lamentable guerra. Sin embargo, siguiendo esta lógica, también está en nuestras manos hacer algo al respecto.
Como afirma la teoría del caos, el aleteo de una mariposa puede causar un huracán en el otro extremo del mundo. Nuestras acciones diarias por sencillas que parezcan, apuntalan o diluyen los motivos de la guerra.
Por ejemplo, el consumo consciente de bienes y servicios, ayuda a bajar tanto la presión ambiental como la económica. Reducir desperdicios, comprando sólo lo que vamos a usar y prefiriendo lo local, le da un respiro al planeta, a la vez, que mantiene una demanda estable, reduciendo la inflación.
La pandemia nos dejó claro que el control de riesgos sanitarios está en nuestras manos. Nuestra actitud de cuidado o de negligencia hacia la salud, tanto física como mental, determina los costos que pagaremos ante una contingencia, que van desde el gasto privado y público en atención médica, hasta las lamentables pérdidas de vidas humanas.
Ante el grave problema de pobreza alimentaria en el mundo, podemos elegir ser solidarios o indolentes. En el primer caso, construimos paz. En el segundo, azuzamos la guerra.
Por último, podemos contribuir a la restauración de la cohesión social, abriendo diálogos por la inclusión y la unidad, o podemos acrecentar su deterioro sumándonos a las discusiones polarizantes que buscan denostar al que piensa diferente, sin escuchar ni tratar de entender y de encontrar puntos en común que permitan construir acuerdos donde todos podamos satisfacer nuestros intereses, necesidades y anhelos.
El panorama mundial es sombrío. La guerra parece estar a miles de kilómetros de nosotros, pero sus causas exhalan a nuestro lado. Así como también lo hacen sus soluciones. Tomar decisiones conscientes sobre nuestro actuar diario, puede ser ese aleteo de mariposas que traiga de vuelta la paz.
[1] https://www.weforum.org/reports/global-risks-report-2022