La imagen del abrazo de una enfermera con 3 niñas envueltas en plástico que se difundió en redes sociales el pasado 10 de mayo, conmovió a miles de personas en el mundo entero. La mujer fue identificada como Anahí López, enfermera del Hospital número 1 del IMSS en Delicias, Chihuahua, quien recibió afuera del nosocomio la felicitación de sus hijas por el Día de las Madres, luego de casi dos semanas de trabajo ininterrumpido y en aislamiento.
La enfermera es ejemplo vivo de lo mejor que ha dejado la pandemia por el COVID-19 en México y el mundo, donde los trabajadores del sector salud, médicos, enfermeras y personal de apoyo se han convertido en héroes y heroínas, por su entrega desinteresada en la batalla por salvar vidas, aún y cuando pongan en riesgo su propia integridad.
El reporte del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell Ramírez da cuenta de ello. Hasta el lunes 11 de mayo, en México 111 trabajadores de este sector habían muerto contagiados por el SARS-Cov-2 y 8 mil 544 habían enfermado.
El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), calculó que el número de trabajadores de la salud contagiados a nivel mundial podría llegar a 210 mil, ya que ninguna autoridad lleva un registro preciso, mientras la Organización Mundial de la Salud ha reportado 23 mil personas infectadas, la mayoría por no contar con la protección necesaria para evitar el contagio.
La batalla de estos profesionales no es por un aumento salarial, por obtener likes en alguna red social, un ascenso o tener una mejor posición dentro de un partido político o gobierno; su lucha es por la vida.
Sorprendente, pero en el punto neurálgico de la transmisión de esta enfermedad también ha aflorado lo peor de algunos seres humanos.
Ni la cercanía de la muerte ha hecho desistir a todo tipo de autoridades de pretender sacar provecho de las circunstancias; de tomarse fotos en viviendas humildes y junto a personas que reciben anhelantes el apoyo que se les otorga, sin percibir apenas la cámara y la pose de “sincera” preocupación con la que se visten sus benefactores.
Las escenas se repiten de manera cotidiana:
Diputados que entregan despensas compradas con dinero público a las que etiquetan con colores partidistas y slogans personales; funcionarios y policías estatales distraídos en llevar apoyos alimentarios casa por casa, mientras Michoacán acumuló uno de los mayores registros de homicidios dolosos apenas el 5 de mayo pasado; gobernadores empeñados en la reforma a la ley de Coordinación Fiscal, cuando deberían concentrarse en salvar vidas y no en un trámite de largo alcance; y para completar el cuadro un presidente de México, que le pone su nombre a las cartas con las que se informa a los ciudadanos que han sido seleccionados para recibir un crédito.
Ojalá que estas circunstancias que aplaudimos o reprobamos a diario, nos lleven a hacer un análisis de lo que queremos ser como personas y de hacia dónde queremos llevar a este país, tan hermoso, pero tan necesitado de una sociedad crítica pero también solidaria. Solidaria para ayudar en estos momentos a los sectores más vulnerables y desprotegidos, pero crítica para no dejar que el lucro y el cinismo sean los elementos que guíen las decisiones de nuestros gobiernos.
Obliguemos a que nuestras autoridades no se aprovechen con el recurso que aportamos todos los mexicanos, obliguemos a que nuestros ediles, regidores, diputados, senadores, gobernadores y presidentes de México, piensen en el futuro del país y no en la siguiente elección.
¿O usted qué opina querido lector?
