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Unos sí y otras no.

Esta etapa de contingencia ha sido muy rica en aprendizajes pero también en desapegos, y porque no decirlo, posiblemente estemos perdiendo o renunciando a algo que nunca recuperaremos. Sin embargo, hay situaciones que me llaman la atención y preocupan por el hecho de que nos muestran que existe una parte de la sociedad que sigue mostrando su lado más violento, racista y discriminador, así como de aquellos que no hacen caso a la sugerencia de estar en su casa por contingencia.

Y es que la realidad, esa que cotidianamente nos pasa de largo, ahora la vemos, nos vemos y no sabemos cómo actuar ni qué hacer ante esto, demasiada información, mucha errónea, ni a quién creerle.

Lo cierto es que los gobiernos municipales están rebasados, no saben qué hacer, lo único es repetir lo mismo que han aprendido, eventos y  acciones que son más de corte asistencial y de campaña que nada, también muestran incapacidad para la organización social, desacreditan los liderazgos ciudadanos y sólo palomean a organizaciones afines, recurriendo a la insistencia del protagonismo mesiánico del yo te salvo, no cabe duda de la verborrea partidista, la incomprensión y autoritarismo del que echan mano.

En evidencia queda que no recurren a la organización ni planeación de acciones que incluyan a la sociedad, ya no se diga a la ciudadanía, sí se reúnen lo sabemos pero en realidad lo que repasan es el problema interinstitucional que les sobreviene, más no lo que las personas quieren y esperan que se haga y cómo es que podrían sumarse con la salvedad de que hay que seguir ciertas normas de seguridad sanitaria y pública, ya que esto permitiría evitar de alguna manera la desinformación y las formas violentas de defenderse ante el miedo de morir.

Ante tales vacíos las personas se posicionan de diversas maneras, y entonces empieza el descontrol, se ahonda en las debilidades emocionales, la incredulidad surge, el vandalismo se apodera del territorio y los espacios públicos porque las instituciones que deberían cuidarnos están ocupadas en la contingencia.

Pero la pregunta que se forma ante estas expresiones sociales es por qué las personas creen en eso, aunque no sea verdad, por qué creen lo que creen y qué nos hace reaccionar de determinada manera ante un evento en particular y por qué ante determinado grupo de personas.

En ese sentido, hay quienes afirman que no existe tal riesgo de la pandemia del COVID19, que este es invento del gobierno y que es producto de una serie de teorías conspiratorias, argumentos irracionales que están llenos de ideas y falacias con argumentaciones poco creíbles pero que la forma en que lo dicen hacen patinar a cualquiera.

Y es que esto no es exclusivo de un sector de la población o con determinadas características, el problema es que es un asunto generalizado, y por demás preocupante, relacionar lo moral y las emociones no es para nada algo positivo en términos de pensamiento y razonamiento. Dicha relación operacional que se crea involuntaria o voluntariamente, opera muchas veces para que las personas puedan advertir vulnerabilidad, sufrimiento y muchas otras cosas, como también tiene que ver qué persona me lo dice, si es con cierta autoridad o significativa, incluso alguien en quien yo creo ciegamente, así de abstracto y de complejo.

Un ejemplo de lo anterior, sería el video que está circulando sobre “Juan Gabriel”, que llama la atención de varias personas generando un impacto, aunque mucha gente sabe que falleció pero como no vio el cuerpo sólo las cenizas, entonces no le “consta” por así decirlo, por lo que abraza la idea de esta persona que sale en el video es el verdadero Juan Gabriel, lo cual le genera una emoción que valida y la toma por verdad, defendiéndola aunque no tenga la razón. Así con esta contingencia, la gente quiere ver y que le conste que la gente se muere para poder reconocer que es verdad, ya que no hay cercanía del riesgo, porque si lo ve en los medios de comunicación esto no es verdad, son puros cuentos como una forma de defensa automática ante la negación y resistencia a pensar que puede contagiarse y en el peor de los casos morir.

La Doctora Blanca Montoya, plantea que el dominio mediático es verdaderamente temible, ya que utilizan metódicamente el miedo, el peligro, el shock y la desesperanza para que las personas generen emociones asociadas al sometimiento y la enajenación. Es decir, las personas no puedan razonar ni pensar que es lo que está sucediendo, se bloquea la capacidad de discernir y poder realizar un proceso de análisis sobre la contingencia y la situación real de su ocurrencia provocando y moviendo estructuras afectivas primarias como las de conservación y sobrevivencia, que pueden asociarse al miedo y a la muerte.

Por tal razón, hay personas con una serie de emociones y estados de ánimo que van de la irritabilidad a la ira, de la tristeza a la depresión y con ello, a la defensa a ultranza que puede conllevar a la privación de la vida de otra persona al sentirse  amenazado de manera constante.

También vemos acciones obsesivas como aquellas en que se les está obligando a las mujeres madres de familia a responsabilizarse única y exclusivamente del cumplimiento de las tareas escolares de sus hijas e hijos, como si no bastarán las otras responsabilidades que le endilga como el trabajo doméstico, el cuidado y formación de los hijos e hijas, además de trabajar a distancia y responsabilizarse del sustento diario de la familia.

Muestra evidente de la desigualdad de género y la violencia estructural, de un mandato social y patriarcal que deberían desobedecer las mujeres de inmediato,  además de la perpetuación de la idea de que eso es lo que forma a los hijos e hijas, cuando deberían estar aprendiendo a colaborar en casa, aprendiendo a convivir, a comunicarse, a expresar sus emociones y sentimientos, a saber estar consigo mismos/as, a fortalecer los lazos afectivos y la comprensión de que un mundo así, riesgoso y debilitado, les toca enfrentar.

Y sobre estas violencias ningún gobierno está atendiendo, de estas violencias no se hablan ni se socializan para que sean desmontadas, por el contrario se sigue pensando que el COVID19 provocó la violencia contra las mujeres, y que lo que necesitan las víctimas de violencia son materiales obsoletos para sensibilizarse sobre lo que es la violencia cuando la viven a diario.

Sé que lo anterior no es justificación, pero lo que está sucediendo es verdaderamente grave, porque es aquí donde se colocan argumentos autoritarios que desempolvan simpatías fascistas que rayan en el separatismo hasta el exterminio, y que más bien responden a deseos clasistas y económicos como lo que están pasando en muchos países en donde lo económico es más importante que la vida. Así las cosas en esta contingencia y sus creencias.

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