“El hombre cauto jamás deplora el mal presente; emplea el presente en prevenir las aflicciones futuras”. William Shakespeare (1564 – 1616). Poeta y autor teatral inglés.
Las proyecciones económicas para el presente y futuro inmediato anticipan un terrible impacto para la mayoría de mexicanos y para los michoacanos el panorama es peor.
El Producto Interno Bruto del país al finalizar el presente año, decrecerá en cuando menos 6.6 puntos porcentuales según el Banco Mundial; 7.27 por ciento según el Banco Nacional de México que calculó se perderán unos 693 mil empleos. Son los pronósticos conservadores, porque otros especialistas aseguran que el impacto negativo alcanzará dos dígitos.
En el caso Michoacán, hay que sumar que la administración pública se mantiene postrada en materia económica. Desde la era Lázaro Cárdenas Batel el presupuesto anual ha sido deficitario, con enormes sospechas de corrupción, pésimo manejo del dinero público y nula transparencia y rendición de cuentas.
El pasado jueves 30 de abril el Ejecutivo entregó al Legislativo la Cuenta Pública correspondiente al 2019, donde reporta que la suma de las deudas de corto y largo plazo superan los 25 mil 500 millones de pesos que, por cierto, todavía no incluye los 4 mil 90 millones que le autorizaron los diputados locales el pasado diciembre a Silvano Aureoles, quien reculó a su compromiso de no endeudar más al estado.
La circunstancia michoacana ya era complicada, con la pandemia por el COVID-19 indudablemente es una severa crisis que impactará de alguna manera a todos, además, vino a agudizar la crisis político-gubernamental entre López Obrador y Aureoles Conejo, así como entre sus huestes.
En lugar de la búsqueda de acuerdos para hacerle frente a semejante problema, es evidente la falta de coordinación, incluso en la implementación de las más elementales medidas para hacerle frente a la pandemia y pese a que lo peor aún está por venir, no se aprecia un ápice de flexibilidad para alcanzar acuerdos.
Apenas este martes 5 de mayo, Silvano Aureoles, entre reclamo y súplica volvió a pedirle al Ejecutivo federal que le mande recursos extraordinarios. Advirtió que “la crisis de salud va a ser muy difícil, pero si no tomamos medidas a tiempo va a ser más difícil la económica que viene inmediatamente”.
Está claro que la lucha por ganar adeptos, salir bien colocados en las encuestas, hacer crecer la clientela electoral para los próximos comicios, son las prioridades de la enorme mayoría de quienes se desempeñan en la administración pública.
Por ello no se ha creado un esquema coordinado para entregar apoyos a los grupos más vulnerables. Funcionarios de todos los niveles, legisladores federales y locales, sin el menor escrúpulo publicitan los apoyos que entregan con dinero público. Incluso López Obrador que no se cansa de presumir que es honesto, pero violó el artículo 134 constitucional que prohíbe la promoción personalizada de los servidores públicos, al mandar cartas firmadas a beneficiarios de créditos ante la crisis por COVID-19, como lo señaló el Instituto Nacional Electoral.
Bajo semejante escenario, más vale poner las barbas a remojar. La crisis que se avecina será complicada y seguramente se agudizará ante la falta de flexibilidad y acuerdos de una clase política peligrosamente polarizada y en búsqueda constante de beneficio particular o de grupo.
No se trata de ser pesimista o ave de mal agüero, pero la realidad nos advierte por todos lados que viene una etapa complicada, con el aderezo del conflicto político – gubernamental que persigue y perjudica a Michoacán. Así que insisto, pongamos las barbas a remojar.
Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.