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Medea, historias oscuras. Mujeres que asesinan a sus hijos

La historia, ya sea a través de mitos, cuentos o fábulas, por mencionar algunos, ha ido construyendo arquetipos o modelos imaginarios de mujeres, algunas asociadas a la perfección, ya que  fueron catalogadas como heroínas, sabias, guerreras, santas, vírgenes e incluso diosas, pero también hay brujas y maléficas aunque son pocas a las que se les ha dado a conocer por no ser maternales y que incluso no procuran protección hacia los hijos/as, y son quienes han tenido un desenlace fatídico y con una violencia que ahora podemos entender como feminicida, en la que se les priva de la vida, como justificando el que no hayan cumplido con ese ordenamiento social de ser madres.

En la mitología griega, Medea es la madre que actúa antinatura, denominada cólera negra, ya que no sólo asesina a sus hijos sino también a su hermano, en venganza a Jasón, ante su traición entra en cólera y se rinde a la pasión poderosa de los crímenes que realiza, atentando contra toda su descendencia, procreada con él, ya que ella había dejado todo en aras de ese amor, en la que traiciona también a su padre. Incluso podemos encontrar en la bibliografía actual el denominado Síndrome de Medea, considerada una condición psicopatológica en la  cual hay abandono, agresiones, daño contra los propios hijos/as hasta la privación de la vida.

Y es que resulta inconcebible que las mujeres maten, pero más duro es pensar que son las madres quienes pueden matar a sus propios hijos/as, resulta impensable que las mujeres ejerzan un poder, el cual es inaceptable socialmente al menos para ellas, mucho menos que se reconozcan vengativas contra el maltrato masculino y que rompan de tajo esa “valoración maternal natural” que les ha sido asignada y que no la quieren de ninguna manera.

Sin embargo, existen las mujeres que asesinan a su descendencia al resistirse a la pérdida que un hijo/a les ha provocado, el dolor que las devasta es insuperable, ante la pérdida de anteriores gestaciones que no procedieron, optando por no sufrir más pero paradójicamente asesinando a su criatura ante la posibilidad de que siga con vida en un futuro incierto.

La idea que prevalece hoy en día es la de la madre sacrificada y abnegada, producto de la imposición ideológica de diversas religiones, la que es capaz de morir por amor, por negarse y privarse muchas veces a atenderse, a darse un poco de atención y a ponerse en el primer lugar anteponiéndose a los hijos, el marido, inclusive su propia madre.

El que las mujeres asesinen no suele ser una característica que se les asigne, porque persisten los estereotipos de género que a su vez inciden en el acceso a la justicia e incluso son invisibles en las políticas públicas, para estás mujeres no hay nada, no son nombradas, ni socialmente reintegradas, son parias sociales.

Y es que no podemos pasar por alto que los últimos días de este confinamiento generado por la pandemia, han generado, con tristeza lo comparto, que algunas mujeres asesinen a sus hijos/as, mujeres jóvenes principalmente que no están pudiendo solas con sus maternidades, que no pueden ver más allá que un futuro mísero e incierto que las confina a una abominable desolación. Ellas no aparecen en los padrones de ayuda de los gobiernos, son inexistentes, ni siquiera invisibles.

No cuentan con apoyos familiares, no saben qué hacer, no aprendieron a socializar ni saben pedir ayuda como actos elementales de sobrevivencia en esta sociedad que muchas veces se jacta hipócritamente de que toda mujer quiere ser madre, y que incluso impone la maternidad justamente para ser alguien, autoafirmarse no fue del todo exitoso para esta sociedad confrontada y que decide que es importante y que no.

La respuesta de estas mujeres es la que nadie espera, asesinar a sus hijos/as se cataloga como un acto desmedido e inhumano, pero acaso estás mujeres han sido tratadas humanamente, ellas representan la cólera negra que la sociedad se niega a entender, son víctimas de todas las formas de opresión, son efectos de un sistema patriarcal e injusto que se niega a sucumbir por el bien de la humanidad.

Aunque también puede haber causalidades en donde el amor es un tema central, para que las mujeres asesinen a sus hijos/as, sí, ese amor que socialmente no se reconoce, porque no es romántico no es lindo y novelesco, como ese que nos repite todas las tardes de televisión, en donde se coloca absurdamente al amor como la “energía” que lo puede todo, como el nefasto programa de la rosa de Guadalupe, que refuerza la resignación en lugar de enseñar a ejercer, exigir y garantizar los derechos humanos de las mujeres.

Historias en las que persiste el encubrimiento sociocultural de la violencia feminicida, en que las mujeres pueden morir de amor o bien algunas pueden estar muertas en vida enloqueciendo al esperar a que su amor, un hombre que se fue y que prometió regresar para ser uno con nosotras y ser felices por siempre.

Entender por duro que sea, lo que argumentan las mujeres que asesinaron a sus hijos/as es que lo hicieron por amor, ese amor profundo, oscuro e incomprensible para muchas personas, que les resulta impensable que sea el amor lo que justifique tal acto, posiblemente nos permita hacer algo que impida seguir colocando en la narrativa desde niñas que es bueno morir de amor y por amor, ese amor romántico que no lleva a esos oscuros laberintos de impensables salidas esperanzadoras de príncipes azules.

Como también comprender que las mujeres que privaron de la vida a sus hijos/as pudieron ser actos conscientes en los que se resistieron a continuar una vida de sufrimiento y dolor, actos profundos e inevitables, que encontraron evitarles sufrir o enfrentar situaciones devastadoras a tal grado que sea inhumano y difícil de soportar. Ejemplo de ello, la pobreza a gravada en mujeres principalmente, la hambruna que enfrentan las mujeres que no tienen trabajo y que las desigualdades de género les condenan, sin apoyos sociales y que no necesariamente tienen que estar en situación de calle para acceder a ellos, pero también el abandono, la violencia e indiferencia ejercida por los hombres en los que la impunidad es su gran aliada, y que al igual que Jasón traicionó a Medea, ellas reprodujeron la misma historia para ser vistas.

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