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Libre Expresión. El otro mensaje

 “El rostro es el espejo del alma, y los ojos, sus delatores”. Marco Tulio Cicerón (106 a.C.– 43 a.C.) Jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.

La mañana de este martes primero de septiembre y de manera sorprendente, el presidente de México Andrés Manuel López Obrador dijo más con su cuerpo, su rosto, su mirada y el tono de voz, que con su discurso.

En el marco de se segundo informe de labores y desde Palacio Nacional, López Obrador se veía triste, cansado, con el ceño fruncido y hasta desmotivado. Fiel a sus clásicos fetiches discursivos, esta vez los pronunció sin mayor énfasis, ni para destacar el “primero los pobres”, pero tampoco para señalar a sus enemigos favoritos, “los conservadores”.

Hasta el mensaje fue breve, le llevó 45 minutos, mucho menos de la mitad de lo que suele hablar en una de sus mañaneras.

No hubo aplausos tras los enunciados triunfalistas, los asistentes, debidamente seleccionados como suele ser en estos casos, tampoco se manifestaron contentos; aplaudieron hasta el final, aunque hubo un par de excepciones y seguramente porque no eran funcionarios de la 4T.

Tampoco se apoyó el discurso en la tecnología disponible, el Ejecutivo Federal pasó demasiado tiempo agachado, en lugar de recurrir a un telepromter, que seguramente le habría ayudado.

Fiel a la costumbre de cualquier mandatario, no hubo mayor autocrítica, apenas reconoció que el homicidio doloso ha crecido en un 7.9% y la extorsión en 12.7%, pero fue todo.

El resto fue hablar de los presuntos éxitos de su gobierno, y, sin embargo, no pudo comunicar con su actitud la satisfacción de sus presuntos logros, en especial porque considera que ya están sentadas las bases de la cuarta transformación y que ya se acabó la “robadera de los de arriba”.

En sintonía con su arrogancia y dejando de lado lo políticamente correcto señaló: “no es por presumir, pero en el peor momento, contamos con el mejor gobierno”. Pero, ni siquiera en este enunciado con el que hizo trizas cualquier vestigio de humildad que le quedara, pudo manifestarlo contundentemente con algún énfasis en su voz, mucho menos con su comunicación no verbal.

¿Qué sabe López Obrador? ¿Lo avasalló la realidad? ¿Está enfermo? ¿Está cansado? ¿Fue solamente un mal día?

Por lo pronto, lo que está claro, es que su comunicación no verbal lo delató, el Ejecutivo Federal mandó señales desafortunadas que no pudo esconder ni con su arrogancia, ni con su optimismo.

 

Con la esperanza de que haya una próxima vez… me despido, gracias.

cmongem@hotmail.com

 

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