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Juzgar en tiempos de barbarie

Las dimensiones de la violencia que se ha ido ejerciendo en este país, ya no sólo por las autoridades, los grupos del crimen organizado, los sicarios a sueldo, el ejército, la policía, sino también por personas comunes, es espeluznante e inconcebible. Sin embargo, lo que más preocupa es quienes juzgan esta, ya que impensablemente hemos llegado a un nivel en que no pueden reconocer qué diferencias hay entre la barbarie, brutalidad y daño.

Me resulta preocupante que una persona que está involucrada en procesos de investigación o de impartición de justicia les sea imposible poder reconocer o diferenciar que existen actos con los que se priva de la vida a una persona, actos descarnados que ni en las peores pesadillas se atreverían a imaginar, como aquellos que implican desmembramientos, desfiguraciones, deshacer cuerpos en ácido o quemar los cuerpos hasta hacerlos añicos para que jamás nunca nadie pueda reconocerles, lo que implicaría indefensión total, el colocar tanto a la víctima como a la familia en una condición irreparable de víctimas sin acceso a la justicia.

Qué sucede en nuestro contexto que estas personas que trabajan en esos espacios de acceso a la justicia ya no pueden distinguir o reconocer los actos que parecen menos brutales, qué será lo que están viendo, qué otros actos se estarán realizando más allá de una bala en la cabeza, una cuchillada, un golpe, que tal vez no parezca brutal y ahora exijan mayores elementos de investigación como para proceder legalmente a las detenciones de quienes impunemente privan de la vida a una persona.

Al parecer la imposición de una política basada en mayor violencia y el ejercicio del poder han instaurado una negada necropolítica de estado, la cual puede ejercer cualquier persona indiscriminadamente. Una política que se alimenta de la imposición, la indiferencia, la impunidad y la omisión que describe un ciclo que se repite casi siempre, y que además transita desde formas de control social que parecen “necesarias” pero que van aceitando un sistema social represor, en el cual se va aceptando el castigo más punible y más tortuoso como ejemplo de justicia, mismo que van siendo aceptado en la medida en que vamos socializando y observando como la violencia se recrudece.

Me agobia que no podamos interpelar ni discutir civilizadamente, por así decirlo, a quienes creen tener la razón y que les basta y les sobra para imponer una forma de relacionarnos hasta llegar a la sordidez de la violencia. No existen mecanismos que permitan la conformación de núcleos sociales capaces de evaluar los daños y las consecuencias que produce el encono al no haber justicia en un hecho que lesiona la condición humana, porque una violencia no resuelta hace menos persona a quien la recibe y magnifica a quien la ejerce.

Entonces tenemos un gran número de menos personas que fueron devaluadas en su condición humana, se les impidió ser dignas, porque no se les creyó ni escucho

en su momento, nadie entendió su reclamo o nadie explico que eso no podía ser un reclamo, contrariamente esa persona se llenó de ira, vergüenza y venganza hasta llegar posiblemente a hacer justicia por su propia mano, pasando de víctima a victimario/a, haciendo de esta realidad una imparable muestra de destrucción.

Quienes se suponen trabajan en pro de la justicia nos han llevado a una antinomia que muchas veces recae en el terreno de lo jurídico, pero es necesario preguntar cómo debe describirse la barbarie, la brutalidad o el daño para que pueda ser entendida más no imaginada, si bien hay elementos que deben ser puntuales y que se debe respetar el principio de presunción de inocencia, esto no debe invalidar el hecho que el daño provoco que se privara de la vida a una persona cuando se nos repite hasta el cansancio que el bien más preciado es la vida, el de personas concretas, mujeres y hombres.

Qué implicaciones tiene que un juez de control no pueda reconocer la barbarie, la brutalidad o un daño privativo de la vida, qué nivel de violencia estará enfrentando que no puede reconocer una gran gama de violencias que se ejercen sobre los cuerpos de las personas que conllevan a privarlas de la vida, será que requiere de mayor descripción de los actos que denigran la condición humana para hacerlos validos como prueba irrefutable del daño ocasionado, será que esa persona esta devaluándose como menos persona, será que renuncia a la dignidad porque ya no puede identificar que un acto por mínimo que sea puede privar de la vida a una persona y estas no merecen justicia.

No creo que sólo sea comprendiendo la perspectiva de género y el enfoque de derechos humanos que por sí mismos introyecten humanidad y reconocimiento de la condición humana y la dignidad, se preguntará el presidente del Supremo Tribunal de Justicia del estado de Michoacán qué pasa con toda esa barbarie, brutalidad y daño que son capaces de hacer las personas contra otras, quién contiene esa carga hacia quienes juzgan la misma, qué hacen con esa violencia los jueces y juezas hacia donde se descarga, cómo se comprende, analiza y racionaliza, pasando por las manifestaciones que se presentan en los cuerpos que describen manías, enfermedades y demás expresiones somáticas, no son inmunes a ello, la violencia carcome y deshumaniza, detiene el acceso a la justicia.

He visto como fingen no horrorizarse ante las expresiones de barbarie, brutalidad y daño, he constatado como se aguantan las ganas de llorar hasta anular las expresiones más sensibles reprimiéndolas porque la empatía les puede “nublar” la imparcialidad y objetividad, he visto como se trata de esconder la impresión y la repulsión que genera tanta violencia, pero también he visto la confusión entre humanidad y compasión.

No es de ninguna manera una tarea fácil, lo que me preocupa es la exposición a tantos hechos inhumanos, a tanta barbarie, son personas que forman parte importante de un sistema de acceso a la justicia y si ellas y ellos, juezas y jueces, no están bien tampoco las víctimas podrán estar bien, tampoco habrá justicia, y esto

puede ocasionar un ciclo muy perverso y justificado en que la justicia se obtiene con violencia, distopía que se va consolidando.

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