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El castigo físico, encubrimiento e impunidad social.

¿Cuántos golpes serán necesarios y suficientes para doblegar y someter a un niño o niña? Lo ha pensado o los ha dado, las agresiones físicas son una de las violencias más toleradas e impunes en nuestro país, ya no digamos la violencia sexual, es casi imposible de dimensionar, ya que generaciones tras generaciones han sido “educadas” de esa manera.

El problema sigue vigente, desbordado, aunque últimamente en los medios de comunicación aparecen con mucha mayor frecuencia los casos de niñas y de niños que son asesinados a golpes  y con indicios de agresiones sexuales, aberrante, inconcebible y sumamente doloroso.

Regularmente, los agresores son hombres aunque también hay mujeres, que aprendieron de la brutalidad del sometimiento, hicieron pedagogía de los actos crueles, aprendidos también durante su infancia, sin que nadie les defendiera y quizás sin que les creyeran, siendo víctimas de la indiferencia, del silencio cómplice de la persona que se supone debe protegerlos y amarlos por siempre, su padre o madre.

Cuántos secretos guardados que son dolorosos, que impiden sanar y poder poner esas experiencias en un lugar en donde no lastimen, donde no se reproduzcan nuevamente y reciclen, porque el riesgo es que ahora esa violencia de reproducirá desde el poder de la jerarquía para someter y transgredir.

La idealización de la familia y su asociación a lo natural y divino, es perpetuar de alguna manera que estas prácticas a las que hacemos referencia se sigan validando, que se piense que las familias deben silenciar esas violencias resulta no sólo inmoral sino protectoras de los hombres agresores y violentos.

Sostener que la “familia natural” es incorruptible, es una patraña, seguir permaneciendo bajo esos parámetros me parece no sólo insostenible sino el ejemplo real de la “ideología de género”, esa que es verdaderamente inhumana y se defiende a ultranza hasta con la justificación de conductas fascistas, que es el principal argumento de los detractores de los derechos humanos de las mujeres.

Este reiterado discurso de pensamiento “conservador” de que las mujeres sigan en sus casas y cuidando a los hijos e hijas, más todo lo que se acumule, históricamente no ha impedido que se deje de ejercer la violencia familiar, ni sexual como tampoco la económica, mucho menos la feminicida.

Explicar el fenómeno de la violencia contra las mujeres, debe ser entendido como tal y que este, se compone de diversos factores en el que hay conductas y actos de desmedida naturaleza, que son dolorosos y que lastiman el cuerpo y alma de las personas, entenderlo de esta manera podría llevarnos a comprender el por qué las familias se desunen y se vuelven “disfuncionales” pensando que esta definición sea más bien un acto de sobrevivencia que permite romper de tajo con la violencia insostenible para alguien o algunos de ese conjunto de personas.

La violencia contra las mujeres no debe ser reducida a determinada etapa de vida, la violencia ocurre como un hecho naturalizado y genera graves consecuencias cognitivas, impide pensar bien y generar dudas sobre lo que se enfrenta, los constantes golpes acompañado de humillaciones y diversas vejaciones implica que las mujeres que piensan en denunciar al agresor duden de su verdad y de la credibilidad de los acontecimientos, lo que muchas veces de eso se aprovechan quienes atienden a las mujeres en las instituciones públicas, preguntando “sorprendidas” “cómo es que ha aguantado tanto, nadie lo hace, nadie se deja tanto”, atendiendo y prestando un servicio bajo las razones de incredulidad que la jerarquía y el poder le han fortalecido para desestimar lo dicho de las mujeres víctimas de violencia, inclusive cuestionando a las niñas y adolescentes, el por qué nunca dijeron nada y que posiblemente ellas fueron quienes propiciaron dicha situación de violencia.

Hemos visto que no basta con “capacitar” al personal de las instituciones, porque la capacitación está basada en el desarrollo de conceptos y definiciones que deben aprenderse y casi siempre mal, la preparación del personal que atiende a las mujeres violentadas sigue basándose en procesos formativos no inherentes a sus vidas, sin el reconocimiento de las violencias que enfrentan, sin formarlas como sujetas políticas con derechos, son reproductoras de un discurso hueco y que han aprendido del Facebook y que sólo retoman lo que no incomode a los hombres, que pueden y siguen ofendiéndose con el reconocimiento del feminismo como sinónimo de machismo, nada más absurdo y equivocado, hasta llegar a la justificación del humanismo como posición superior, sólo porque les resulta un atentado a su poder y privilegios.

Por que las preguntas a las que deberíamos encontrarles respuestas pero de ya, es ¿qué hacemos con el castigo físico?, seguida de ¿qué hacemos con los hombres que hacen eso? ¿qué hacemos con las mujeres que son permisivas?, ¿qué hacemos con la sociedad que presiona para que estas formas se perpetúen, son sólo los conservadores o son todos los demás que se mantienen en posición “neutra” porque eso no les afecta?

Según la Red Nacional por los Derechos de la Infancia en México,  en Michoacán en el 2018 hubo 101 niños, niñas y adolescentes asesinados, aunque no especifica quien los perpetró. Es importante tomar en cuenta que los contextos de violencia que evidentemente dejó la declaratoria de la guerra contra el Narcotráfico, trajeron como consecuencias el debilitamiento de la función del Estado y de la gobernabilidad, ya que si un municipio es incapaz de procurar prevención y atención a su ciudadanía nos habla de la debilidad o inexistencia de un sistema de justicia y con ello de la anulación de los derechos humanos es mucho más profundo y delicado.

Tal vez sea el momento no sólo de pensar sino de hacer una verdadera transformación social que conlleve a la sociedad en su conjunto a no encubrir a los agresores, a no ser impunes con este tipo de violencias, a dejar de ser hipócritas y no sorprendernos de que hombres pueden violar a niñas y traerlas desnudas en sus vehículos, a prostituir a niñas y adolescentes señalando que ellas así querían, a dejar de solapar a la violencia sexual del padre o padrastro o abuelo que embarazo a una niña o adolescente de su familia e impedir que aborte para dignificar al agresor tergiversando que es mejor que siga la dueñidad de los cuerpos de las mujeres para poderlas tomar y asesinar libremente. Y por favor ya párenle con eso de que podría ser su madre, su hermana, su hija… aunque no lo fuera las mujeres no se tocan, las niñas no se tocan, las vidas de las mujeres importan, todas sin excepción.

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